Prologo

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La noche era trágica, profunda y abismal, sin estrellas ni luz de luna que se atrevieran a desafiar su autoridad, masas de humo gris se esparcían por el basto cielo intoxicando el aire con brasas de fuego por debajo, que devoraban sin piedad todo lo que osase toparse en su camino.

La muerte había salido a cazar esa noche, y muchos ya eran los desafortunados que se vieron envueltos en su manto.

Gritos y llantos adornaban el escenario cual marcha lúgubre, donde la sangre fluía por la tierra como si de ríos se trataran.

Un paraje infernal que parecía no encontrar final.

Donde allí, en medio del caos y la desesperación, de la muerte y el calor de las llamas carmesí, una esbelta y bella figura caminaba a paso firme por entre aquel averno que se desarrollaba a su alrededor.

Una espada ensangrentada figuraba en su diestra y una sonrisa jactanciosa le adornaba la cara.

Sin inmutarse de nada, ésta se abría paso a través de los escombros y los cadáveres esparcidos por todo el lugar, mientras un pequeño bulto envuelto en una manta verde se lograba divisar sobre su brazo izquierdo, mismo que cuidaba con alto recelo.

Con el que sin más logró avanzar hasta que su silueta comenzó a perderse en la distancia, para finalmente desvanecerse en el cobijo de la oscuridad.


Déjame AmarteWhere stories live. Discover now