Capítulo 1

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La ciudad de Dabad, una pequeña ciudad sin dueño ubicado en el medio oriente de Asia rodeada de arena y de temperatura extrema, donde el alimento escaseaba constantemente al igual que el dinero, convirtiendo cada día en una constante lucha por sobrevivir donde las castas tenían la última palabra, era alumbrada una vez más desde el horizonte por el abrasador sol que parecía nunca tener suficiente de atormentar a las personas bajo sus rayos sofocantes, dándoles con ello el anuncio del comienzo de un nuevo día.

Conforme el tiempo pasaba, las personas abarrotaban las calles en un ir y venir de monotonía constante de actividades para llevar una vida digna y proporcionar de alimento a sus hogares hasta llegada nuevamente el anochecer.

Un día normal que terminaría como cualquier otro.

Hasta que los gritos enfurecidos de un mercader rompieron la calma atmosfera del lugar.

. —¡Regresa con eso ladrón! — decía el hombre de barba negra y apariencia corpulenta mientras él y otros tres hombres que decidieron auxiliarlo corrían detrás de una pequeña figura encapuchada se escabullía con agilidad de ellos con una bolsa de dinero en sus manos.

. — ¡Deténganlo, deténganlo! —pedía a los demás habitantes buscando apoyo para atrapar al bandido que huía con sus ganancias del día, más éstos fracasaban también en el intento de atraparle.

Así pasaron varios minutos hasta que finalmente lograron perseguir a su pequeño delincuente hasta un callejón sin salida, donde le acorralaron.

Un lugar perfecto donde la privacidad y la poca visibilidad le darían la oportunidad de impartir justicia propia sin medirse.

Pues aun cuando dada la situación de la ciudad, los robos, asaltos y demás eran algo frecuente, la gente de la ciudad no toleraba tales acciones, así que incluso si alguien observaba lo que hacían, ninguno levantaría un dedo por ayudar a una sabandija como aquella.

. — Me las vas a pagar rata asquerosa. — dijo con sonrisa amenazante yendo en dirección a la pequeña figura que permanecía quieta en su sitio levantando apenas su mirada hacia él pero sin dejar ver su rostro. — Te vas arrepentir de haber nacido.

. — Al contrario. — respondió a su amenaza sin intimidarse por ella. — Son ustedes los que se arrepentirán. — dijo con fría voz para de un solo movimiento abalanzarse sin más sobre sus persecutores.

Medio minuto después, los cuatro hombres yacían en el piso de aquel callejón completamente inconscientes y bañados en su propia sangre.

. — Qué pérdida de tiempo. — menciono despectivo amarrando su reciente botín a su cinturón, para luego escalar con gran agilidad los muros del callejón y así desaparecer entre las terrazas de las viviendas y demás construcciones a su alrededor.

                                                                          *

Un poco antes del amanecer, el pequeño ladrón caminaba en dirección a su hogar, si es que así le podía llamar; un cuarto subterráneo en la zona más marginada de la ciudad de Dabad, donde los más desafortunados vivían entre el olvido y la suciedad como las sabandijas que eran.

Cuando llego a su destino, miro con cuidado a su alrededor y solo cuando estuvo lo suficientemente seguro de que nadie le seguía, se adentró por aquel pasaje obscuro bajando sin problema alguno por los escalones en medio de la nula visibilidad a la que ya estaba acostumbrado, dando vueltas por los diferentes corredores hasta por fin llegar a la entrada de aquel cuarto cuya única puerta era una cortina mal trecha de la que podía vislumbrarse una tenue luz detrás gracias las muchas velas que le iluminaban.

Déjame AmarteWhere stories live. Discover now