Escapar de la realidad

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Bitácora personal: Aldith Sheila, oficial táctico.

Fecha: ni la conozco, ni me importa.

Lugar: en algun rincón de este universo al borde de la destrucción.

Ha sido un día de perros ¿O debería decir un turno diurno de perros? Estoy harta de vivir encerrada en esta horrible nave de hojalata mientras atravesamos el universo de lado a lado, buscando planetas a los cuales minar los pocos recursos que puedan quedar. Sé que es nuestra forma de vida, la única manera en la que toda criatura viva que aún queda en la inmensidad puede vivir, pero es agotador.

Tal vez por lo valioso que es la vida ahora, las naves "chatarreras" -como prefiero llamarlas- no se concentran en pelear. Si, los recursos son escasos, pero puedes perder mucho más en una frívola batalla que lo que puedes ganar. ¿Un nuevo trozo de titanio? Quédatelo, es más valiosa mi vida, o al menos, así piensan todos. Yo ya no sé qué pensar.

Mi única ilusión en esta vacía y austera existencia es bajar a los pocos planetas que encontramos en nuestro camino, vivir alguna aventura, pero no, ser hija del capitán implica que él siempre me mantendrá a bordo de esta lata. Seré una prisionera hasta que él esté demasiado senil como para comandar y para ese entonces, seré demasiado mayor como para bajar a un planeta y disfrutarlo.

Detuve la grabación cuando sentí en mi piel como los viejos motores desaceleraban, había nacido ente el interminable gris de los paneles que hacían las veces de puertas, paredes y cubiertas, podía sentir respirar la nave, cada movimiento, cada traqueteo, incluso si el escudo de inercia teóricamente evitaba tales sensaciones.

Solo deteníamos la nave ante un nuevo planeta o por el encuentro de otra nave llena de supervivientes. El resto del tiempo lo pasábamos saltando entre estrellas, asteroides y sistemas solares, con una mínima esperanza de encontrar uno que fuera habitable aún.

El sonido del comunicador interrumpió mi intento por retomar mi bitácora. Desde el puente la voz de mi padre me informó que habíamos encontrado un pequeño trasbordador averiado y que en él se detectaba una señal de vida.

-Sí, capturar y aprovechar-susurré para mí. Era lo que hacíamos con las naves averiadas que encontrábamos en el camino. Aceptábamos su tripulación y les salvábamos la vida a un precio: su nave.

Con pereza recorrí los mismos pasillos grises en los que alguna vez, años atrás, aprendí a caminar y a correr. Los mismos que me vieron entrenarme como oficial táctico. Todo para vivir encerrada entre paredes de acre metal.

En el área familiar el entorno era más agradable, más fresco. Las familias pintaban los portales de sus habitaciones de diferentes colores, se escuchaban risas, canciones, juegos, no los ronquidos de jóvenes oficiales ni el usual susurro de la pasión.

Un hijo por familia, era imposible que nacieran más. Luego del parto ambos progenitores eran esterilizados para evitar sorpresas. No podemos darnos el lujo de vivir escasos de recursos ni de mezclarnos entre familiares, la piscina genética siempre era enriquecida con las personas que rescatábamos. Nunca íbamos a quedarnos sin tripulación, nunca. Hasta que todo terminara.

-Capitán -saludé al entrar al puente. Tras un par de zancadas me encontré frente a mi panel de control y relevé al teniente que se encontraba en él.

-Llegas tarde -dijo mi padre con acritud.

-Estaba en mi turno de descanso -bufé mientras ejecutaba un rápido análisis de la nave. El teniente anterior ya lo había realizado, pero quería cerciorarme, no iba a introducir un peligro dentro de la nave de mi padre-. Todo parece en orden, capitán, sus escudos están desactivados y sus armas también, su viejo motor de antimateria está a punto de colapsar y su soporte vital no aguantará dos minutos más. Por las señas en el casco, se nota que es un trasbordador de evacuación, pero está tan dañado que no encuentro marcas que identifiquen su procedencia.

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⏰ Última actualización: Mar 01, 2020 ⏰

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