Capítulo 4

36 8 4
                                    

Lance hizo un mohín al tiempo que desviaba la mirada cian hacia sus manos entrelazadas, incómodo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Lance hizo un mohín al tiempo que desviaba la mirada cian hacia sus manos entrelazadas, incómodo. Hacía dos horas que la doncella Janiel le había indicado cortesmente que esperase sentado junto a la puerta a que Coran pudiera recibirlo, y aunque el muchacho era consciente del buen trabajo que había hecho en el jardín durante aquellas dos semanas, no comprendía por qué había sido citado por el consejero real justo en un momento como aquel.

Se suponía que debía estar en el jardín, asegurándose de que todo marchaba perfectamente mientras los príncipes paseaban bajo los elegantes arcos de enredaderas de flores mensajeras, ondeando sus pijoteras capas mientras se pavoneaban los unos a los otros.

Tras unos minutos más de espera, la puerta se abrió, sobresaltando al muchacho sobre aquella silla elegantemente tapizada. Hizo ademán de entrar, molesto por la larga e innecesaria espera, pero se obligó a retroceder unos pasos cuando se dio de bruces contra un peto de acero. El hombre que acababa de salir exclamó una disculpa, pero el dolor punzante e intermitente que sentía el chico en la nariz solo consiguió empeorar su ánimo.

— Ey, idiota. Mira por dón...— no obstante, se obligó a interrumpirse cuando sus ojos reconocieron la cicatriz que surcaba el rostro de su agresor—. T-Takashi Shirogane...

El capitán de la Guardia Real tenía el porte de un rey: era alto y fuerte, y tenía una mirada profunda que hizo sentir a Lance la presa de alguna bestia de caza. Por otro lado, su expresión era amable y tranquila a pesar de todas aquellas hazañas que,  algunos pocos, consideraban propias de un monstruo. 

Vestía una reluciente armadura plateada coronada por una capa azul y una espada colgaba de su cinto. En el peto podía distinguirse, a la altura del pecho, el escudo de la familia real de Altea.

Lance sintió que enmudecía y casi tuvo la necesidad de ocultar su sorpresa tras las manos con las que se presionaba el puente de la nariz. Se había criado escuchando las aventuras de Shiro y había soñado con la oportunidad de conocerlo cuando comenzase a trabajar en el castillo, pero no imaginaba que aquel esperado acontecimiento ocurriese tan pronto.

Ni de aquella vergonzosa manera.

— Oh, señor McClain— canturreó Coran mientras salía de su despacho—. Le presento a...

— Ya, ya, ya... Ya sé quién es— bufó Lance con un ademán, cansado de tanto protocolo y todavía dolorido por el golpe—. Quiero decir..., ¿quién no lo conoce?

Su voz delató más admiración de la que le hubiese gustado, pero no podía evitarlo: se escuchaba gritando en su mente como una perra loca. Por su parte, Shiro compuso una sonrisa amable.

— Sí, supongo que mi fama me precede— murmuró con sincera modestia al tiempo que se pasaba una mano enguantada por el cuello—. Y tú eres...

— Lance— se apresuró a responder él, apartándose las manos de la cara para devolverle una sonrisa—. Lance McClain. 

Se estrecharon la mano y el chico pudo sentir bajo la tela del guante la rigidez de la mano de acero de la que tanto había oído hablar. Tuvo que hacer un acopio de fuerza de voluntad para no sonreír, emocionado. Se sentía como su hermana Verónica cuando el vecino al que tanto adoraba le regaló un par de hortensias.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 06, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Dear you [Klance]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora