10.

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Sentado frente a un gran escritorio, ladeaba su vaso de un costado a otro, jugando con el contenido amargo y frío. Daba pequeños sorbos que le quemaban la garganta pero dejando al final un dulce sabor en su boca.

Honey.

Pensaba cada vez que inundaba su boca del líquido marrón. 

Él, que no acostumbraba a beber, se había hecho adicto de esa botella de cristal con sello negro que tanto le recordaba a ella, a su cuerpo, a su aroma, a su sabor. Cada vez que se relamía los labios, encontraba la inspiración para seguir escribiendo, por que su obsesión hacia esa pelirrosa estaba superando a su cordura. Pero le gustaba. Por que todos los escritores encuentran su demencia en una psicosis. 
Y la recordaba. Con los ojos vendados, a su merced, como las gotas de sudor se deslizaban por sus caderas. Como sus hebras se enredaban en sus dedos. Como su rosada boca emitía sutiles y tímidos gemidos. Como se dilataba al contacto con su miembro. Cada detalle estaba memorizado en sus manos, en sus ojos, en él. Sabía que su delirio no era más que una fantasía llena de lujuria con esa mujer que lo provocaba a plasmar sus memorias en una novela erótica.

Su musa era como el whisky que bebía. Al principio se sentía amargo pero luego, el sabor que deja, es un elixir que te incita a querer degustarlo una, otra, y otra vez. Y se vuelve insaciable, por que nunca quedas lo suficientemente satisfecho con su dulzor. Quieres seguir llevándolo a tu boca y embriagándote con él, por que te saca de tu realidad y te lleva a un mundo donde al fin eres libre. Pero cuando aterrizas y despiertas, sabes que todo es una mentira. Que en algún momento debes dar frente a lo que eres, a lo que fuiste y lo que serás. Y para eso, el primer paso es dejar de convertir tu vida en una mentira.

Y la resaca, es dura.

Salió rápidamente del baño, sin siquiera atar una toalla a su cuerpo, mientras las gotas frías caían con velocidad al piso

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Salió rápidamente del baño, sin siquiera atar una toalla a su cuerpo, mientras las gotas frías caían con velocidad al piso.
Tomó su teléfono que no dejaba de sonar.

— ¿Por qué tanta insistencia? — se quejó — Me estaba dando un baño

— Cambio de planes, no iremos al bar esta noche

— ¿Qué? ¿Por qué no?

Soltó una risa cómplice al otro lado de la línea — Obito invitó a su amigo, osea, tu vecino, a su departamento, y como yo ya estoy aquí y necesito a mi dulce y tierna pelirrosa para no ser la única chica entre viriles machos, vendrás con él ¿sí? Kakashi pasará por ti en quince minutos. ¡Ponte linda!

— ¿Qué? Ino no... 

Había colgado. 

Ya tendría tiempo para amedrentar a su amiga. Ahora estaba más preocupada de que debía estar lista en solo quince minutos.

Y no eran suficientes. Más aún sabiendo lo puntual que era él. Quince minutos exactos y la puerta sonaba.

— No estoy lista — reclamó mientras abría

HoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora