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Ni siquiera los dioses de
arriba pueden separarnos.
No, nada puede interponerse
entre tú y yo.

— 1D♡ (You & I)

☁️☁️☁️

“¡Joaquin!"

Las pocas veces que Joaquín recuerda haber salido de viaje con su madre, son esas en las que no tenía intenciones de regresar al lugar del que partieron. 

Cuando empezaban las burlas o surgían problemas, ellos simplemente tomaban sus cosas y se iban. Joaquin siempre pensó que era por la vergüenza que su madre pasaba cuando la gente se enteraba de que él era su hijo, pero Jay solo había preferido alejarlo de aquellas personas que realmente no podían ver más allá de sus prejuicios y estereotipos.

Porque un hombre no tenía porque permitirle a otro hombre que lo tocara, eso era anormal.

¿Pero qué era normal?

Agredir por el simple hecho de ser diferente al resto, por no cumplir con el estereotipo deseado y aceptado por la mayoría, eso era normal.

Para qué tendrían ellos que permanecer en un lugar así, jamás podrían cambiar las mentes de los que agredían, ellos podían quedarse con la satisfacción de haberlos ahuyentado, mientras Joaquin y su madre de haberse alejado.

Y aunque al principio todo parecía querer ser igual en su nuevo hogar, las cosas fueron mejorando. Eli no fue criticada por tener a Joaquin como hijo y Joaquin no se sintió del todo amenazado cuando llegó a su vida Emilio, el chico que ahora lo miraba desde la entrada de su casa como si fuera el hombre más guapo del mundo.

—¿Ya tienes todo? —pregunta medio cohivido por tener encima la mirada de su novio. —Emi, no me mires así, basta —exige en un tierno mohín, cubriendo su rostro con ambas palmas después de ello.

—Ah, bebé, ¿Por qué tienes que ser tan lindo? —Emilio camina hasta donde se encuentra, dejando el bolso que lleva en la acera para acercarse y hacerle descubrir su rostro.

Joaquin ríe cuando Emilio le pica de manera traviesa el estómago y luego deja salir un suspiro cuando el rizado le regala un beso casto en la boca antes de abrazarlo.

Al fin vamos a tener un tiempo libre de preocupaciones.

—Serán las vacaciones más cortas de mi vida. —porque el tiempo parece ir más rápido cuando estoy contigo. —Oh, ahí viene mamá.

Joaquin se aleja en un segundo, gracioso, piensa el menor. Y es que nunca pensó que Emilio fuera el tipo de novio que le tuviera miedo, además de respeto, a la suegra.

—Esta bien, Emilio, te estoy vigilando. —Eli no podía olvidar esa noche en la que ambos no pudieron ser del todo silenciosos. Oops. —Pasaremos al súper a comprar unas cosas que faltan, suban de una vez, par de ruidosos —bromea, haciendo enrojecer a ambos chicos.

Era relajante estar junto a Joaquin, siempre lo fue y desde que Lee había sido detenida, esa sensación de alivio había incrementado el doble. Emilii ya no se volvía paranoico cada que él y el menor salían a pasear libremente, ya no se preocupaba de vigilar constantemente su celular para que Joaquín lo llamara pidiendo auxilio.

Sostener su mano en los asientos traseros del coche de su madre, mientras comparten audífonos y el ojiazul reposa la cabeza en su hombro era suficiente para que recordara que todo estaba bien ahora.

No debió ser confiado.

No tardaré, ¿esperan o entran conmigo? —Joaquin sonrió, Eli captó la respuesta. —No quiero regresar y encontrarlos en una situación melosa ¿de acuerdo? —advierte antes de apagar el coche y salir con una sonrisa divertida.

—Y ahora que estamos solos...

—Tomaré aire fresco —interrumpe Joaquin, saliendo después.

—Que malo eres, Joaquín Bondini. —Emilio sale también, rodeando el coche para acorralar al menor del otro lado.

—¿Quieres que mamá nos separe cuando lleguemos a la cabaña? Seguro lo hará si hacemos algo ahora.

—Tienes razón, pero puedo besarte un poco, ¿No?

Y es entonces cuando pasa, a lo lejos, Joaquin puede ver a un señor de avanzada edad queriendo cruzar la avenida, justo antes de que Emilio pudiera besarlo, él desvía su rostro y lo empuja ligeramente.

—Mira, necesita ayuda.

—¿Eh? —Joaquin se separa de Emilio, yendo hacia el hombre.

Emilio no pensó que algo pudiera pasar en el corto trayecto de dónde se encontraban ellos hasta donde el señor lo estaba, pero entonces su mundo se viene abajo y lo único que puede hacer antes de sentir su pecho arder, es gritar su nombre para advertirlo.

Demasiado tarde, porque aquél auto no se detuvo en ningún momento y le arrebató sin piedad a Joaquin en un segundo.

“¿Creíste que me quedaría de brazos cruzados, Emi"




*


Solo falta 1 capítulo más el epílogo.

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