Acuchillar mis miedos

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   Jazmín siempre había sido muy creativa y tal creatividad se iba frecuentemente con ella a dormir. Siempre había sido una chica de pocas pesadillas y de muchos sueños hermosos y coloridos, como sus pinturas y sus creaciones culinarias. También siempre se acordaba de todos sus sueños al despertarse, y esos recuerdos eran tan vívidos que, cuando era chiquita, solía describirlos detalladamente en sus diarios. Las pocas veces que no se acordaba de sus sueños, una sensación la acompañaba durante casi toda la mañana, como que comunicándole la naturaleza del sueño, buena o mala. Casi siempre era buena y lo que la llenaba era una paz enorme. Por eso eran prácticamente inexistentes las mañanas en las que se despertaba de mal humor.

   Sin embargo, esta mañana, Jazmín no se acordaba de nada de lo que había soñado. Ni siquiera había esa sensación en su pecho, intentando hacerla recordar algo. Es más, mientras sus ojitos recién abiertos trataban de acostumbrarse a la luz del sol que ya invadía su departamento, Jazmín simplemente sentía que no había soñado con nada porque toda la hermosura del mundo se había dormido entre sus brazos. O sea, ¿para qué soñar?

   Flor ya no estaba acostada al lado de Jazmín, pero su lado de la cama aún estaba tibio. Ambas remeras de pijama, que habían pasado la mayor parte de la noche en el piso, estaban ahora bien dobladitas a los pies de la cama, así como la ropa de Jazmín. El vestidito negro y florido de Flor había desaparecido y, por unos segundos, eso la entristeció profundamente a la colorada, quien en seguida miró hacia su derecha y notó la mochila de la chica aún en el piso. Jazmín respiró suavecito, aliviada. Las esposas de velcro rojas seguramente habían sido guardadas, pues tampoco estaban a la vista.

   Jazmín se rascó la cabeza.

- ¿Flor? - la llamó. El sueño en su voz no le permitió hacerlo muy fuerte. Miró hacia el otro lado y la vio, de espaldas a ella, en el pequeño balcón, apreciando el amanecer.

   Jazmín sonrió. Se acostó de lado y se puso a contemplarla. Su mente voló muy alto, hacia un universo alternativo donde lo más normal del mundo era que las dos se despertaran juntas en un sábado de verano y que Jazmín la observara, desnuda, después de haberle hecho el amor toda la noche, mientras Flor no se daba cuenta de que estaba siendo observada.

   Jazmín se quedó un ratito en ese universo, disfrutando de la inmensa sensación de familiaridad que la imagen de Flor en su balcón le proporcionaba. En seguida, desdobló la remera que, durante la noche, había pertenecido a la chica, la olió y se la puso. Dio unos pasos hacia la puerta abierta del balcón y se apoyó en el marco, sonriendo sutilmente. Sería capaz de pasar la vida contemplándola.

- Bonjour, petit croissant.

   Flor se dio vuelta al instante y largó una carcajada, echando su cabeza hacia atrás. Jazmín deseó muy fuerte que todos los demás días de su vida empezaran con ese sonido tan precioso.

- Buen día. Perdón que vine acá sin pedirte permiso, es que... te vi ahí durmiendo, tan linda, y no... no quise despertarte.

   Jazmín se había acercado a ella y tuvo que apoyar su antebrazo izquierdo en el parapeto a ver si lograba no caerse de lo derretida que estaba. La mataba de amor ver el sonrojo en las mejillas de Flor. Vos sos linda.

- Está todo más que bien, no te preocupes - mi casa es tu casa, estaba implícito en su tono de voz. - ¿Dormiste bien?

   Flor la miró de lleno, sonriendo dulce y sinceramente.

- Sí, re bien. Fue un respiro tan grande para mí haber pasado la noche con vos, Jaz. No tenés idea. Pero... - su sonrisa se deshizo - me desperté y empecé a pensar. De esa manera que me da miedo y me destruye por dentro, ¿viste? Entonces, vine acá a ver si los sonidos de la calle los podrían callar a mis pensamientos. No me gusta quedarme mucho tiempo sola con ellos en un lugar muy silencioso.

Hasta el Amanecer (Flozmín)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora