Día 2

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Infancia

⚠️Advertencia: Ninguna

Universo alterno a los acontecimientos en Vento Aureo.

¿Qué tan difícil puede ser llegar a un vecindario nuevo donde no conoces absolutamente a nadie?

La corta melena color lavanda del infante se agitaba con el aire que entraba en la ventanilla del auto de sus padres, miraba con aburrimiento el paisaje que recorría a una gran velocidad; ellos, al ser un par de médicos con una racha de muy mala suerte se veían en la necesidad de cambiar de domicilio en búsqueda de trabajo. El moverse constantemente impedía que Melone estableciera una amistad verdadera, era cosa de algunos pocos meses para que nuevamente se desplazaran, no le sorprendía para nada el tener una nueva casa, nueva habitación y un nuevo jardín, tarde o temprano tendría que dejarlo y partir a un nuevo lugar.

Después de varias horas llegaron a su destino, una zona residencial bien acomodada en los suburbios de Florencia, los amplios jardines de casa a casa separados por arbustos de tupidos laureles, el vecindario lleno de niños correteando por las tranquilas calles hacían armoniosa la vista. El menor bajó del auto con algo de pereza, entre toda esa multitud de chicos, hasta el fondo había uno que ataba sus patines, logró distinguir una mata de cabellos azules rizados menéandose.

El lo que sus padres arreglaban asuntos con los del camión de mudanzas se acercó hacia donde estaba aquel niño, su sorpresa fue ver que este estaba herido tanto de sus rodillas como de sus manos.

—¿Estás bien?— el pelilila tocó el hombro del más chico, haciendo que diera un pequeño brinco del susto.

—Nada que te importe.— el de rizos inmediatamente cubrió sus rodillas y bajó la mirada.

—Mis papás son médicos, puedes venir conmigo para que te revisen.

—No me hace falta, adiós.— se levantó rápidamente, pero en el proceso volvió a caer.

—Vamos, si no se infectará.— Melone lo ayudó a levantarse, el otro solo soltó un pequeño gruñido de inconformidad.

—¿Qué no tienes a alguien más a quien molestar?

—Es que...— suspiró algo melancólico. —Soy nuevo y no tengo amigos.— el peliazul cayó en cuenta, había herido al de melena corta.

—Oh, lo siento.— acomodó sus lentes. —No lo sabía.

—Vayamos donde mis padres.— ambos caminaron hacia la casa que estaba llena de cajas y muebles envueltos en plástico de burbujas.

Esa misma tarde, los chicos comenzaron a platicar de más cosas. Resultaba que, Ghiaccio, como se llamaba el chico de los patines, estaba aprendiendo a utilizarlos; el terrible carácter del bajito impedía que tuviera buenas amistades, los chicos del vecindario preferían no acercarse y hablarle de lejos si era necesario. Con Melone fue diferente, le contó a detalle su gusto por el patinaje, anhelaba algún día también aprender a patinar sobre hielo, el pelilila estaba encantado al escuchar como su nuevo amiguito contaba con emoción cada cosa, así descubriendo que detrás de ese malhumorado existía un chico con brillantes aspiraciones y deseos.

—Ya verás que algún día seré el más mejor de todos los patinadores sobre hielo.— Ghiaccio exclamó con una sonrisa en su rostro. -Hasta participaré en los Juegos Olímpicos.

MeloGhia Week 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora