Guirnaldas mal colgadas.

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18 años. Diciembre 2015

Audrey

No veo a Holden desde hace más de un año, con cada día que pasa siento que las posibilidades de su regreso se minimizan más y más.

Nandi y yo estamos decorando el arbolito con mucho cariño. Ella está terminando de colocar las luces, mientras, yo empiezo a poner guirnaldas azules escarchadas.

Pasan 15 minutos, y me dispongo a colgar 12 esferas grandes de colores otoñales.

Las acomodo de manera asimétrica.
Busco una tijera afilada para cortar una cinta.

Cuelgo la cinta en el marco de la puerta de la cocina. Me detengo en el medio de la sala.

La decoración nos quedó espectacular, mi pecho se infla de orgullo.

—Nandi pásame mi celular, por favor— me extiende el teléfono, rueda los ojos—. Podías agarrarlo tú, floja.

Tomo una fotografía que quizás elimine en un futuro por falta de espacio.

Guardo el móvil en el bolsillo trasero de mi pantalón.

El aroma de las hallacas danza en el aire, inhalo profundamente, mi estómago empieza a gruñir.

—La comida está lista —avisa mi madre.

Mi amiga corre a la cocina, yo me mantengo en mi sitio al escuchar el timbre. Me vuelvo y me acerco a la puerta, observo por la mirilla...

Ahí está él, con el cabello largo y enmarañado, sus pupilas dilatadas,y con los ojos inyectados de sangre e hinchados.

—Mamá —me estremezco—. Holden está aquí —anuncio. Mis piernas tiemblan, me sostengo del pomo de la puerta que aún se encuentra cerrado.

Enis llega hasta mi, haciéndome a un lado cuidadosamente y la abre.

—¿Qué haces aquí? —indaga mi madre.

Y con su cara bien lavada —en sentido figurado porque su aspecto me está dando náuseas—.

—Enis, Audrey. Siento mucho haberlas herido con mi comportamiento —lucho contra una fuera intangible que me incita a crerle, pero de igual manera cedo.

— Si quieres entrar...

—¿Estás segura, bebé? —asiento. Su mirada está llena de temor y se nota dubitativa. Mamá se aparta de la puerta dejando espacio para que él entre, yo cierro la puerta detrás de mi.

Guío a Holden hasta la sala de estar.
Nos sentamos en un sofá grande, lo más lejos el uno del otro.

—Mami, ¿puedes dejarnos a solas, por favor? —tuerce los labios, intenta refutar, antes de aceptar.

El mueble en el que estamos se encuentra cerca de la puerta de la cocina, al lado de esta hay un estante de madera cerrado con llave.

—Quiero que me digas a qué se debe tu inesperada e indeseada visita —ordeno.

—No tengo donde vivir, me bloquearon las tarjetas junto a mis cuentas y no hallé forma de arreglarlo. Quiero quedarme aquí hasta que pueda resolverlo.

No lo había pensado, pero hombre carece de dignidad.

«Tranquila Audrey, inspira, espira. Tú solo debes negarte y no se habla más del tema» pienso.

Un ruido me saca de mis pensamientos. Me vuelvo y reconozco el causante del sonido: una esfera azul.

Me acerco al árbol mientras busco una respuesta para mi padre.

—Las mentiras no traen nada bueno —niego con la cabeza—. No regresarás a  nuestro hogar, mamá y yo te echamos de nuestras vidas, recuérdalo bien — respondo, dándole la espalda a Holden.

Acto seguido, siento como unos brazos me envuelven fuertemente, y unos susurro extraños directamente a mi oído por parte del Sr. Green.

—Te daré el castigo de tu vida, hija.

Con esas palabras me derriba, quedando sobre mí. Gritos salen de mi garganta. La puerta está siendo obstruida por el estante. El miedo empieza a consumirme rápidamente.

Las manos de Holden se meten en mi camisa, y aprietan mis pechos. Las lágrimas caen como una cascada. Él retira una mano y comienza a desabrochar mi pantalón. Forcejeo con todas mis fuerzas y me golpea.

Esto debe detenerse ¿Cómo salgo de esto? Mi cerebro hace todo lo posible por encontrar una solución. Observo mi alrededor y veo el arbolito, recordando la existencia de las tijeras que usé hace menos de una hora.

El objeto está junto a mis pies, con sumo cuidado la alcanzo hasta dejarla a pocos centímetros de mi mano.

Rezo para que no la vea.

Saco fuerzas de donde no las hay y me zafo de su agarre. Cojo la tijera y la presiono contra su abdomen, perforándolo.

Él cae desplomado sobre mí. Lo ruedo a un lado, quietándomelo de encima.

Con lágrimas nublando mi ojos aparto el estante. Mamá sale de la cocina, me regala un abrazo muy reconfortante.

—Bebé, llamamos a la policía porque no sabíamos qué hacer.

Le agradezco sollozando. Con miedo les muestro la escena: Holden sobre un charco de su propia sangre.

Mierda, apuñalé a mí padre.

Mierda, creo mi padre intentó violarme.

(N/A)

Hola, no suelo hacer esto, pero la ocasión lo amerita.

Le agradezco a mí amiga Aster por darme ese empujón que necesitaba para terminar la historia.

Aster, Perry, gracias por se mis lectoras.
Feliz año nuevo, beban mucho ron, las amo malditas zorras.

14/01/21: sigo pensando lo mismo sobre el agradecimiento, y ya un año de esto. Como pasa el tiempo.

Cartas para mi padre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora