2.

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Es el séptimo mes consecutivo en el que las pistas son carencias para descubrir el paradero del muchacho del poder extraordinario.

Katsuki experimenta una tormenta de emociones que le palpitan en el pecho con desespero. Quiere incomprender porqué carajos los profesionales son tan poco eficientes.

Porque esta cansado. Porque pudo hacer algo.

Es por eso que frecuenta a Aizawa una vez más. Encolerizado, decidido y dolido abre la boca para gritar la única orden que puede salvar su vida.

- ¡Dėjame ir! - Ordena.

El hombre lo observa por un largo rato sin hacer movimiento. Escucha sereno la respiración agitada de uno de sus más prometedores estudiantes; ¿es ese el sonido de un corazón a punto de morir?

Los fanales carmesí estan buscando una respuesta que calme la turbulencia que ha nacido en su corazón.

- No. - La respuesta es tajante.

Parpadea varias veces debido a que sus ojos se sienten vidriosos. La inexplicable sensación de creer que los párpados son pesados.

- Déjame ir. - Repite la misma frase de todos los días, el único deseo que ha pedido.

Lágrimas iracundas descienden a lo largo de sus mejillas. Es tan insoportable mostrarse como un ser vulnerable, tan hastiado de ser ignorado.

Demasiado agotado como para saber por cuanto tiempo será capaz de ir contra las olas que procuran ahogarlo. Armagamente se pregunta por cuanto más seguirá nadando contra la marea alta.

Cuando te sostienes de una vieja tabla degradada a punto de romperse, ¿te hundirás o seguirás luchando?

Bakugō siempre ha tenido la respuesta.

- Te estoy rogando que me dejes ir. - A penas logra articular las palabras sin que su voz termine por deshacerse.

Se acerca al sujeto que incomprende su sufrimiento. Lo toma de los hombros para que descubra el suplicio que se esconde en sus cuencas rojas, que vea que desea la muerte abiertamente.

- Por favor. - Sus dedos pierden la fuerza.

De rodillas en el suelo es como desecha el orgullo que tanto lo aprisionó. Sus palmas tocan el suelo, clamando una oportunidad. Su frente encuentra con el pavimento, frío para calmar los pensamientos tan explosivos que golpean.

Ahí esta de nuevo: Herido. Tan lastimado por la incertidumbre de creer que cada día puede ser el último para el imbécil desaparecido. Tan roto.

- Por favor. - Tirita el sonido. - Lo necesito. - Establece, quebradizo y deshecho.

Espera porque es lo único que le queda.

- De pie joven Bakugō. - No es la voz amarga de Aizawa.

El llanto que paro por un par de segundos, retoma su caída al sentir el abrumador abrazo que se le concede. Es tan cálido que incluso su garganta se cierra por el escozor, aguantando las ganas de gritar.

Toshinori acompaña al muchacho en su perdida. También ha perdido, a un hijo con el que no compartía lazos de sangre, pero al que se unía por ideales y esperanzas.

- Hiciste lo que estuvo en tus manos. - Permanece acunando al cenizo.

Todo es tan insoportable para el adolescente. Grita repleto de culpa, reclamando porqué, preguntando porqué fue tan débil, pataleando por una respuesta, llorando como un niño en un día de truenos.

Yagi acaricia dulcemente su cabeza al igual que su progenitor lo haría. Suavemente, esperanzado, pronuncia:

- Lo encontraremos.

Y Bakugō nunca se aferró tanto a unas simples palabras.

•••

El entrenamiento es extenuante. Usualmente es de esa manera, pero es más cansado que otros días gracias a lo poco que ha dormido durante las últimas semanas transcurridas.

Parece uno de esos días soleados, nublados ante sus ojos que siguen aguardando encontrar la estrella que se mantiene cautiva tras las nubes.

La esperanza aún no se extingue. Sobrevive como él lo ha estado haciendo, a base de palabras de aliento que piden fuertemente que todavía no se rinda.

También se ha estado esforzando, en toda la basura de entrenar. Porque cuando vuelva, le demostrara cuanto ha avanzando en su sendero para convertirse en el número uno, que debe apurararse para alcanzarlo de nuevo.

"Va a volver. Lo hará" Se dice a sí mismo cada mañana al despertar de un agonizante sueño.

Katsuki entorna los ojos ante la sonrisa del estúpido cabellos de mierda; sin embargo, agradece que su alegría se mantenga vivaz.

Es su turno de luchar contra aquel pelirrojo que había estado acompañando a su persona en ese estado tan degradante. No obstante, no por eso planea dejar que el otro lo venza.

- ¡Hagamoslo! - Exclama Eijirō.

La batalla comienza como suele; Bakugō crea explosiones que golpean el duro cuerpo de su compañero, mientras que Kirishima intenta avanzar.

El poderoso rubio esta a punto de acabar con su contrario. Se detiene antes de si quiera tocarlo.

Una angustia terrible envuelve cada sentido, tanto que su corazón parece fracturarse irremediablemente, un dolor excesivamente nocivo.

Kacchan siente la masacre.

- ¡Respira!

Hay tanta bulla que ha dejado de procesar. Se pregunta si esta bien dejar de respirar por un largo rato, si es correcto cerrar los ojos por varios días.

Esta perdido.

Esa sensación de que todo esta acabado. Su alma se ha quebrado por completo sin saber cuales son las condiciones o las razones.

Como si supiera que jamas recuperará los fragmentos que le pertenecen.

- ¡Denle espacio!

- ¡Silencio!

Simplemente permite que su conciencia se lave de cualquier emoción que lo carcome con deseos de destruirlo irreversiblemente, cerrando los ojos para descansar por un largo tiempo.

•••

Por cuarta vez en la madrugada, despierta con la perpetua exasperación tatuada en sus fanales cubiertos de lágrimas indefensas.

El miedo revuelve sus entrañas, temeroso de que esas ilusiones se transformen en una realidad que nunca ha deseado.

- Respira, bro. - Kirishima posa una mano en su espalda.

Sus pulmones aspiran aire con rapidez, errático sin poder controlarlo. Ni si quiera nota que el aire desaparece en cada calada.

Eijirō toma sus manos con serenidad. Pacientemente comienza a contar con él del uno al diez para poder recuperarse del estúpido ataque de ansiedad.

- Lo encontráremos. - Asegura su compañero.

Desea agradecer el hecho de que permanezca a su lado, en esos últimos meses en los que despierta con una alarma en la cabeza.

- Kirishima. - Le susurra.

Intenta hablar coherente, mas los monosílabos son lo único entendible que salen de sus labios. Esta seguro de que si sigue hablando, terminara en otra escena de un lloriqueo tonto, como tanto detesta.

- De nada. - Responde.

A veces se pregunta si Eijirō puede leer las mentes como un segundo don.

Inhala para que sus pulmones sigan con la adecuada circulación de aire; aún con el extraño punzo en el pecho.

- Midoriya esta bien. - Pronuncia.

Bakugō llora.

No importa cuanto le repitan esa frase tan absurda, sabe que no lo está.

DESIRE • Katsudeku •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora