La niña en la Banca

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La Niña en la Banca

Todos los días un joven llamado Chéster, atravesaba un lindo parque para ir a su casa después del trabajo, era un muchacho de mediana estatura, de tez clara, con el cabello corto y de un color negro como el carbón, poseía unos ojos del mismo tono oscuro; se veía siempre relajado cuando caminaba, siempre tenía ambas manos en los bolsillos de su pantalón, el cual era de color azul marino, que era su favorito junto con su playera café; los días transcurrían normalmente, no había nada que lo distrajera de su rutina diaria, la cual consistía en levantarse temprano para ir a su trabajo y ya que no tenía vehículo alguno, necesitaba madrugar para llegar a tiempo. Luego de la jornada laboral caminaba de regreso a su hogar cortando por el parque, pues lo relajaba el ver a los niños correr y jugar, de vez en cuando se detenía para alimentar a los patos del lago y tras ello volvía a casa, preparándose para el día siguiente, que sería exactamente igual o por lo menos eso es lo que él pensaba. A la mañana siguiente todo seguía con naturalidad, así fue hasta que entró al parque pues algo llamo su atención a medio camino, ya que ahí se encontraba una banca de madera, la cual era para dos personas, pero lo curioso es que en ella se encontraba sentada una pequeña niña, quien parecía de unos seis años, ella al verlo le hizo una señal de saludo con su mano. << ¿De quién será hija esa pequeña? – Pensó Chéster –no veo a sus padres cerca, tal vez fueron a comprarle algo, supongo >>.

La niña lo seguía con la mirada mientras él avanzaba alejándose de ella, pero antes de que Chéster saliera del parque se detuvo, giró para ver a la niña y ella seguía allí, con su manita elevada aún saludándolo. La pequeña tenía la cara muy bella, era de tez clara, vestía un largo y hermoso vestido amarillo, el cual , junto con su cabello castaño, que caía como una brillante cascada hasta su cintura, le brindaba una apariencia de esas clásicas muñecas de porcelana; claramente no era extraño ver niños en el parque, lo que confundió un poco a Chéster fue que los niños estaban siempre en la zona de juegos y sus padres los vigilaban de cerca, pero la pequeña se encontraba algo retirada de todos y también estaba sola; él se volvió a girar, avanzando sin darle más importancia al asunto hasta salir del lugar. Ya estando en casa encendió el televisor para ver las noticias, para Chéster nunca estaba demás saber que era lo que pasaba en la ciudad, puso atención a lo que decía la chica del noticiero, al parecer hubo varios robos junto a la zona en la que vive. –Esa gente sin nada que hacer que robar y asustar a las personas, deberían ponerse a trabajar –dijo en un tono molesto.

No pasó mucho para que el cansancio lo venciera, decidió apagar la tele y dormir para estar descansado. Al salir el sol, siguió con su rutina normalmente hasta salir del trabajo, fue entonces que se dirigió al parque como de costumbre y justo como el día anterior se encontró con la niña, ella seguía sentada en la banca, con una sonrisa en la cara y al verlo lo saludo rápidamente; él noto como ella estaba meciendo sus pies, los cuales estaban protegidos por unos lindos zapatos negros, se veía muy tierna pues sus piernas le quedaban colgando por lo pequeña que era; Chéster caminó un poco más cerca de ella y vio que tenía unos preciosos ojos de color marrón, era casi como observar dos pequeñas almendras. En esta ocasión él le respondió saludándola de regreso con la mano pero no le dirigió la palabra ya que claramente no estaba bien que un extraño se acerque a una niña sola, aunque la pequeña era muy simpática, seguía con su enorme sonrisa y no parecía asustada en lo absoluto de Chéster, pero igual que el día anterior, pasó de ella, prosiguiendo si camino, dando por hecho que sus padres estaban cerca y cuidando a la pequeña y dejó de darle importancia al tema, sonrió levemente mientras salía del lugar. Otro día llegó y él se encontraba muy atareado en su trabajo pues se había desvelado viendo un par de películas, lo cual evitó que avanzara con un proyecto que tenía pendiente, esto conllevó a que se quejara más de lo habitual en su oficina. Salió cuando empezaba a oscurecer, siguiendo su camino habitual, sin embargo Chéster nunca había estado de noche por el parque y al estar ahí tuvo varias sensaciones, por un lado se sentía más relajado que de costumbre, lo cual era de esperarse viendo que el lugar se encontraba vacío, solo escuchaba sus pasos y su respiración, inmediatamente se sintió incómodo al sentirse completamente solo. Dirigió su vista al cielo para contemplar las divinas y brillantes estrellas que se alzaban en lo alto, iluminando vehementemente la ciudad. Mientras caminaba se acercaba a la banca de madera, en donde solía estar la niña del vestido amarillo pero claramente, junto con el resto del sitio, la banca se encontraba sola, se detuvo y la observó un momento, le producía un extraño sentimiento, era algo que lo ponía inquieto por lo que continuó su camino; casi al final del trayecto, estando más cerca de la salida, fue cuando le pareció escuchar un extraño ruido detrás suyo, al parecer un susurro, se giro de inmediato pero no logró ver nada, después escuchó un crujido de una rama a sus espaldas, haciendo que se volteara rápidamente aunque tampoco logró distinguir nada, comenzó a agitarse y a respirar de una manera más veloz. -¿Quién está ahí? –gritó Chéster de una manera muy agitada, aunque luego de gritar, recordó lo que vio en las noticias, sobre los robos y saqueos que han estado pasando últimamente en la cuidad.

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