9

523 101 68
                                    

La habitación quedó repentinamente en silencio, únicamente roto por la respiración jadeante de una asustada (aunque no lo pareciera) Eddo.

Si los juguetes pudieran sudar, definitivamente la tela de Bon ya estaría completamente empapada.

—Está bien... —murmuró Eddo, aproximándose a la estantería sin dejar de aferrarse al palo de la escoba—. Está bien.

Sin cuidado alguno agarró a Bon de un pie y abandonó el cuarto con él. Cruzó el pasillo y entró en el cuarto de baño, cerrando con un portazo tras de sí.

—Está bien —repitió. Bon ya no sabía si le hablaba a él o si era más para sí misma.

De pronto Eddo levantó la tapa del retrete y alzó a Bon dejándolo con la cabeza hacia abajo, completamente desorientado. Se acercó más al inodoro, se arrodilló junto a él y Bon entendió sus intenciones.

—Si no hablas de nuevo te dejaré caer y luego tiraré de la cisterna —amenazó Eddo con total seriedad.

Bon tragó en seco. ¿Qué hacer? ¿Qué debía hacer? Eddo estaba MUY convencida de lo que decía, pero no podía hacer lo que ella pedía. ¿Qué pasaría entonces? Tal vez Eddo se asustaría tanto que se desharía de todos los juguetes de su habitación, o creería haberse vuelto loca y empezara a sufrir por su propia salud mental. Tal vez creería que sus preciados compañeros de juego estaban poseídos por algún tipo de ende maligno, o los mandaría a grandes y siniestros laboratorios para que experimentaran con ellos. No, definitivamente no podía delatarse. Debía seguir fingiendo, incluso si eso significaba ser arrojado a las profundas aguas de alguna apestosa alcantarilla, o la misma muerte. Él se lo había buscado, tenía que sufrir las consecuencias.

Pero, sin embargo...

Sintió algo en su interior. Un vago pensamiento que le recordó que no podía morir o desaparecer así, sin más. Una sonrisa, un roce de manos, un destello morado entre los contenedores. No, no podía irse. ¡Debía salvar a Bonnie!

Y Eddo soltó su piececito.

Fue una caída corta. Primero se sumergió su cabeza en el agua, luego el resto del cuerpo. El serrín comenzó a mojarse y a volverse más pesado. Bon comprendió que era demasiado tarde. Eddo lo observaba desde arriba, respirando con agitación. Posó una temblorosa mano en la cisterna, observando cómo uno de sus más preciados bienes se hundía lentamente en el agua.

—Lo siento... pero... Estoy asustada...

Bon cerró los ojos con fuerza y se armó de valor. Pidió disculpas mentalmente a todos sus amigos, incluida Eddo. Sabía que lo que estaba a punto de hacer podría tener catastróficas consecuencias, pero Bonnie... Bonnie seguía allí fuera, y se negaba a morir sin poder verlo una vez más.

Así que hizo acopio de todas sus fuerzas, se impulsó hacia arriba y sacó la cabeza del agua justo cuando Eddo comenzaba a presionar el botón de la cisterna.

—¡¡¡Espera!!! —exclamó.

Eddo chilló, el agua comenzó a sacudirse y gran cantidad le cayó a Bon en la cara mientras todo empezaba a dar vueltas.

¿Cómo había podido permitir que eso sucediera...?

—¡¡Joder!!

Eddo metió de lleno la mano en el agua, justo cuando esta empezaba a arrastrar a Bon consigo, y una vez más agarró la pierna del peluche. Justo a tiempo.

Lo sacó velozmente y lo tiró contra una pared a la vez que ella caía sentada y se arrastraba hacia la pared paralela, sin quitarle un ojo de encima a Bon. Aferró la escoba con todas sus fuerzas, temblando como un flan.

Old DaysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora