XXIII

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Desde la azotea oteo
el horizonte café en mano.
El sol no sale, la luna se esconde.

Escalofríos juegan con mi cuerpo
y soy incapaz de saber la razón:
el frío del crepúsculo o tu no imagen.

En quehaceres me refugio
o de otra forma me hundo, Neptuno.
Tus malditas aguas me afligen.

No sé si me seguirás leyendo.
Si lo haces, ¿qué piensas?
Porque sabes que todo esto
sigue siendo una excusa
para no acudir corriendo.
Porque esto es arena en cristal,
pero la gravedad trabaja despacio.

Gritar a solasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora