Capítulo 4

385 37 20
                                    

El verdadero terror iniciaría al siguiente día... El día después de Charnobyl

Pensamos que todo había sido un desastre que pudo haber sido evitado, aquella noche había perdido a dos de mis mejores amigos. Lo que no sabía era que aquello solo sería el inicio del fin.

La primera en sufrir los efectos sería Kim.

Nosotros no lo sabíamos, nadie nos dijo el peligro al que estabamos expuestos a cada segundo, solo pedíamos porque esto no llegase a mayores, sabíamos lo peligroso que era trabajar en aquel lugar pero ¿Qué más puedes hacer cuando no te queda nada? Cuando tú única manera de sobrevivir es arriesgando tú vida, en esos momentos solo estabamos siendo controlados por el instinto.

Un inminente instinto de supervivencia, en donde no importaba como o de donde sacases los recursos necesarios. Lo importante era vivir.

-¿No lograron encontrarlos? -hablé con la voz destrozada, desesperada, tratando de buscar una respuesta

-Solo a Mario -contestó Poché mientras me sujetaba para evitar que me fuese -no han encontrado señales de Sebas desde hace horas

-¿Y dónde está Mario? Necesito verlo, quiero... -no pude terminar porque me abrazó con fuerza, con un sentimiento tan inmenso que me hizo inmediatamente darme cuenta de cual era la respuesta -Sebas podría estar por allí, solo...

-Sabes que no es así -y aunque tuviese razón no quería aceptarlo, no podía

Enterré mi cara en su cuello mientras la abrazaba, tratando de asimilar lo que había pasado, no podía creer que en un lapso de un par de horas mi vida volvería a cambiar, no pensé que aquello pudiese volver a pasar. Miré a Poché tratando de encontrar alguna señal de que estuviese bromeando, de que lo que dijo no fuese verdad pero lo único con lo que me encontré fue con su mirada cristalizada. Entonces me di cuenta de que estaba tratando con todas sus fuerzas no llorar, yo también pero no pude más.

Comencé a llorar entre sus brazos y en cuanto sentí mi hombro mojado supe que ella también lo estaba haciendo, lloramos las dos juntas, abrazadas la una a la otra. La abracé porque no quería perderla, porque no podía.

Lo que no sabía es que tendría que hacerlo.

Ella lloraba en silencio, como tratando de hacerme pensar que no lo estaba haciendo, pero yo sabía que estaba completamente destrozada. Sabía que estaba doliendole igual, pero no lo demostraba para que no la viese así, no quería que la viese sufrir.

Después de llorar por un largo rato nos levantamos del suelo para poder ir a ver a Kim, necesitábamos saber como estaba ella.

Una vez llegamos a su casa fuimos a sentarnos con ella a un sillón, compartimos nuestro dolor y lloramos las tres, tiempo después Paula llegó y se unió a nosotras. Nos abrazamos como si aquel fuese el último abrazo que nos daríamos...

Para Kim lo fue.

Las cosas empezaron a complicarse dos horas después. A las afueras de la casa; en la ciudad, podíamos escuchar las sirenas de policias resonando por todas partes, los apresurados pasos de algunas personas que pasaban corriendo desesperadas, gritos de dolor de algunas personas que, como nosotros, habían perdido a sus familiares, los llantos de los niños quienes buscaban a sus madres, personas sufriendo, gritos, sollozos, suplicas y oraciones... Era el apocalipsis. Entonces, Kim nos dijo que tenía mucho frío, al inicio no le tomamos mucha importancia así que le dijimos que se tapase. Un par de minutos después estaba hirviendo en calor, se rostro era colorado y su piel pálida, le colocamos compresas frías en la frente y la recostamos sobre aquel sillón viejo de tela. Nos dimos cuenta de que era algo grave cuando la vimos correr al baño, estaba vomitando, pero lo más aterrador es cuando vimos que lo que había salido de su cuerpo no era comida... Era sangre.

De su boca escurria una cantidad de sangre descomunal, ella escupia en la tasa cada ciertos segundos para tratar de no ahogarse, el suelo estaba lleno de esa sustancia rojo carmesí y ella seguía hirviendo en calor. No sabíamos que hacer así que sin pensarlo dos veces, tomamos un balde vacío y corrimos las tres hacia la clínica más cercana, al llegar la llevaron a una sala aparta de de todos los demás, no sabíamos lo que sucedía. Aquella zona a donde la habían llevado tenía en las puertas unas grandes letras escritas en ruso "Zona restringida", no dejaban pasar a nadie y quienes salían llevaban unos trajes de protección como los que usabamos en la planta: una bata blanca de plástico la cual llevaba un gorro para cubrir la cabeza, un chaleco de cuero puesto sobre esta, unos guantes de cuero cafes, unas botas negras y unos tapa bocas especiales.

Nunca habíamos visto algo así, miré a Paula y a Poché y vi que estaban igual que yo, esto sin duda era algo aterrador.

-Trajeron a Mario aquí -la primera en hablar fue Poché

-¿Qué hay en ese lugar? ¿Por qué usan esos trajes? ¿Qué les están haciendo? -pregunté con desesperación tratando de averigual más

-No lo sé, creo que es un área especial y por eso es restringida

-¿Qué está pasando? -Paula hizo la pregunta que todos estábamos haciéndonos

Veíamos todo con temor y sorpresa, el no saber lo que estaba sucediendo era desesperante y angustiante. El ver correr a varias personas con traje de protección mientras algunas llevaban en camillas a más y las adentraban en aquella área era aterrador. No sabíamos lo que sucedía, de echo nadie lo sabía.

Entonces lo vimos, vimos al ministro de defensa caminar con un traje igual al que usaban los demás allí dentro escoltado por dos tropas de hombres que vestían igual, todo ellos se adentraron a la sala. Uno de los hombres de traje blanco salió de la habitación y nos pidió ir con él, lo seguimos hasta lo que podría ser un laboratorio, allí habían más personas, todas como nosotros. Sujete fuerte la mano de Poché y ella me tiró ha su lado, Paula iba pegada a nosotras.

-¿Qué sucede? -preguntó mi rubia amiga al hombre de blanco

-Nada, solo queremos hacerles unas pruebas -dijo llendo hacia una repisa de dónde sacó un objeto pequeño de color amarillo y se acercó a nosotras -ahora no se muevan

Nos escaneó con esa pequeña caja amarilla la cual hacía ruidos, fuimos pasando todos a lo que parecía una maquina de escaneo y después a otra de radiografías.

-¿Qué está sucediendo? -pregunté con desesperación -¿Dónde está mi amiga? ¿Qué le hicieron?

-¿Ustedes la trajeron? -él preguntó de vuelta

-Sí

-Ella murió.

Kim fue la primera en irse, ahora faltabamos nosotros pero no lo sabíamos.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 09, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El día después de ChernobylDonde viven las historias. Descúbrelo ahora