Platónico

I

La mayoría de personas alguna vez en la vida gustaban de alguien. Los primeros enamoramientos mayoritariamente ocurrían por la adolescencia temprana, por supuesto que había casos en que era antes o mucho después, pero por lo general era aproximadamente por esa etapa.

Bueno, a mí me ocurrió eso, claramente. De todos los chicos que me han gustado, realmente puedo decir que: primero, no son muchos, y segundo, son muy diferentes entre sí.

Soy muy consciente de todas las veces en las que me he puesto en modo imbécil total cuando un chico me gustaba mucho, y realmente me molesta mucho recordar esos tiempos, es por eso que me dije a mí misma que no podía permitirme el volver a caer tan bajo. Podía permitirme gustar de alguien y fantasear cursilerías, pero siempre y cuando me lo tomara como humor y no como algo serio; cuando de verdad me gustaba alguien de manera seria, las cosas siempre terminaban yendo mal.

Cuando vi a Williams por primera vez, realmente no pensé que llegaría a gustarme, pues la vez en que lo vi fue en mi examen de admisión a la universidad. Estaba buscando su grupo al igual que yo, ese día llevaba un chaleco de mezclilla con rosas bordadas en la espalda. Su estilo me había gustado mucho, además de que se me había hecho lindo también por el hecho de que tenía el cabello rizado.

No era nada del otro mundo, me llamó la atención por su físico y hasta ahí. Era como cuando veías a alguien que se te hacía una persona guapa en el transporte público, en la calle o en alguna tienda; sabes que no volverás a ver a esa persona pero sigue gustándote mucho visualmente. Ese fue mi caso, me resigné a que no volvería a verlo.

Pero sí volví a verlo, por las primeras semanas de primer semestre.

Recién acababa de llegar a la facultad y todavía faltaban varios minutos para que las clases iniciaran, por lo que me quedé en el pasillo central de la facultad, me senté en unas bancas que estaban frente a la pequeña cafetería y revisé mis mensajes porque me llegaba la señal del internet de la universidad.

Levanté la vista de mi celular para ver a mi alrededor y entonces lo vi. Por un momento me asusté porque no creí que fuera él en un inicio, pero aparentemente sí lo era. Era el mismo cabello rizado y la misma complexión, aunque no llevaba su chaleco de mezclilla con rosas bordadas. Llevaba un libro y estaba centrado leyendo, creo perdí un poco mi compostura precisamente porque lo volví a ver cuándo creí que ya no lo haría; sin embargo, minutos después, se levantó y se fue, seguramente para entrar a clases.

Hubo varias ocasiones donde lo vi de manera muy aleatoria y corta; en la parada de la universidad, esperando el camión, o cuando estuvo frente a mi salón, revisando su celular. Lo aprecié de lejos, como aprecias una pintura o paisaje que te gusta mucho.

En segundo semestre fue cuando me enteré que compartíamos una clase. Fue un completo desastre porque la primera semana falté la mayoría de días porque estuve enferma y hubo muchos problemas que todavía estaban presentes desde el fallecimiento de mi abuelo paterno, pero afortunadamente la segunda semana asistí y pude ir.

En realidad, fueron mis amigas quienes me dijeron que él estaba en mi clase. Anteriormente les había contado que había un chico que me parecía lindo pues se parecía a un actor juvenil que me gustaba mucho —recuerdo que cuando nos dieron calificaciones finales de una materia en un salón en específico, él estaba ahí, cerca de mi lugar, y yo estaba muy emocionada por eso, tanto que cuando recibí mis notas, salí y fui corriendo a decirle a mis amigas sobre que él había estado ahí—, realmente las únicas personas que sabían al respecto eran Vanesa, Gaby y Adrián, aunque él no estaban en mi facultad pero sí conocía al actor al que el chico se parecía. Incluso lo vio una vez y concordó en que se parecían.

Gaby me dijo que él estaba en nuestra clase de inglés y debo decir que como no lo consideraba como «el chico que me gustaba», no supe a quién se refería cuando me envió un mensaje al respecto.