5. Quizás

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Lexa

Estábamos rescatando a unos pollitos como habíamos hecho otras veces, con el estómago encogido y el alma compungida, cuando vi a Clarke desmoronarse. Ella no era vegana ni de lejos, pero aquel sufrimiento no pudo pasar desapercibido a sus ojos. La vi romperse, la vi echarse a llorar y lanzarse al suelo a envolverse con sus propios brazos, en un abrazo que intentaba calmar aquella angustia.

Me fui a ella, mientras mis compañeros seguían con el rescate. La rodeé también con los míos y le di las fuerzas que a mí no me quedaban. Verla tan empática y vulnerable hizo que siguieran aumentando los deseos de tenerla cerca, de rozarla. 

Le susurré que todo estaba bien, que habíamos salvado algunas vidas ese día y que ella había contribuido a ello. Que los animales no podrían agradecer en palabras, pero que nosotros sabríamos lo que habíamos hecho y que quedaría en nuestra memoria para siempre.

Me pidió cuidar de uno de los pollitos, el que la había marcado, pero yo estaba segura de que no llegaría a la mañana siguiente, y no podía hacerle eso... No merecía pasar un trago más duro aún.

Me odié por haberla llevado al rescate, no debería haber venido, pues la había hecho sentirse fatal. La conduje a la habitación de al lado de la mía. Silencio. Le dije que se lavara las manos en mi baño. Silencio. La llevé a recoger la ropa que le prestaría. Silencio. Yo me hacía cada vez más pequeña ante aquella falta de comunicación, de vida. Me odiaba, estaba segura de que me odiaba.

-Gracias- dijo finalmente al aceptar la ropa, y el alma volvió a mi cuerpo-.

-No deberías haber venido. No quise hacerte llorar- me disculpé-.

-¿Lexa? Vas a tener que enseñarme muchas cosas, porque no pienso comerme a un animal nunca más.

.

Llevaba un rato en mi cama dándole vueltas a la cabeza sobre cómo abordar el tema de alimentación, vestimenta... Había avisado para que nos sirvieran la cena en mi casa, y no en el comedor común donde solía comer con el resto de trabajadores. Entonces la escuché exclamar, echando pestes, completamente cabreada con el objeto de su ira, a través de la pared, y un acto involuntario me incorporó y me hizo ir en su búsqueda.

Me planté frente a la puerta y piqué tímidamente.

-¿Estás bien, Clarke?

-Pasa- me permitió, con la voz temblorosa. Hallé al entrar un bulto recostado de medio lado en la cama, mientras se secaba las lágrimas que humedecían sus mejillas- Estoy poniéndome al día en esto del veganismo- sonrió, mientras me mostraba un vídeo en su móvil- Es duro.

-Vamos, no hace falta que veas eso- la reñí, mientras mi cuerpo me acercaba a ella- ¿No crees que ya has sufrido suficiente por hoy?- sin darme cuenta, mi rodilla había comenzado a invadir su colchón y ella notó mi indecisión-.

-Ven, túmbate aquí y mira esto.

Le hice caso, como pude, y me puse a mirar qué era lo que estaba presenciando. Vídeos que no querría volver a ver si fuera posible.

-¿Y si vemos otra cosa?- propuse, apartando la mirada-.

-Pero, ¿tú no eres la activista que debe convencerme para que me convierta, o algo así?

-No somos una secta, Clarke- le dije- Y puedes ver vídeos sobre veganismo, con datos, con información, sin falta de presenciar el dolor y la muerte de esos animales.

-¿Sí?- preguntó tendiéndome el móvil- Enséñame.

Tomé el teléfono y busqué la información que quería. Le di al "play" y se lo ofrecí, pero denegó mi invitación mientras se acurrucaba pegándose a mí. Su cabeza reposó en mi hombro y mi corazón se aceleró al ritmo de los tambores que comenzaban el vídeo.

Todo por ti CLEXA AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora