¿Que la tía Mari hizo qué?...

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Narra Coqui.

Estaba con mi papucho. Él se estaba arreglando para ir a la zapatería, mientras yo jugaba un poco con Fatiga.

De repente escuché como tocaban la puerta. Escuché, de parte de mí papucho, un "Si son Dardo y carita de yema de huevo, pasen". Al entrar vi a la tía Mari y suspiré al ver a Dardo. Se veía tan hermoso como siempre, pero, con un semblante de decepción.

Pude notar que algo extraño ocurría al ver cómo se sentaban alejados, y logré ver los ojos hinchados de María Elena. Me sorprendió, ya que era raro que se muestre vulnerable.

-Hola, ¿Que necesitan?, apurense porque tengo que irme a la zapatería - Dijo Pepe, abrochando la manga de su camisa.

-Hola Pepe - Habló algo nerviosa- Yo... Yo necesito hablar con vos.

-Para que me necesitas María Enema, digo, perdón, María Elena.

-Es algo privado, ¿Podemos hablar afuera? - Se paró del sillón, señalando la puerta.

-Está bien, pero que sea rápido, no puedo llegar tarde  - Luego de decir eso, caminaron a la salida.

-Si va a ser rápido - La pelinegra agarró su brazo tímidamente.

******

Estaba solo en casa con Dardo. Me intrigaba saber que le pasó ya que su enojo era muy notorio.

Hasta que no aguante más y la curiosidad me ganó.

-Dardo, ¿Te pasa algo? - Preguntó el menor, acercándose a él.

-No coquí - Escupió secamente Dardo.

-¿Seguro?, Mira que podes confiar en mí.

-Esta bien, te lo voy a contar, pero prometeme que muere acá. - Dardo se giró y miró a Coqui, muy seriamente.

-Mí boca es una tumba -  El adolescente también se acomodó en su asiento, para prestarle total atención al adulto.

-Hace dos meses hubo una fiesta conmemorativa por los años del banco, organizada por el presidente y varios gerentes, a la cual yo no asistí. Porque tenía un compromiso importante con el banco de Tokio, del presidente Sacamoto.
María Elena y yo, habíamos quedado en que ella asistiría en nombre de los dos y ahí es cuando... - A Dardo se le empiezan a caer las lágrimas- Se emborrachó y sé acostó con Berdichesqui.

-¿Qué? - Pregunté shockeado. Sabía perfectamente que no era culpa de María Elena, pero no podía desaprovechar la situación y no acercarme a Dardo.

-Sí Coqui, yo también me sorprendí y me llené de rabia cuando me enteré. Yo sé que no soy alguien con el mejor de los pasados, pero logré redimirme -Se notaba que a Dardo le dolía, ya que comenzó a llorar más- ¡Yo no merecía ser tratado así! - Gritó fuertemente- ¿Y sabes que es lo peor de todo?, que ella no tuvo el suficiente valor para contarmelo.

- Entonces... ¿Cómo te enteraste? - Pregunté extrañado.

- Por un compañero del banco llamado Juan que es muy amigo mío- Colocó una mano en su cara, expresando cansancio- La verdad que no doy más. Trate de olvidarlo y seguir con ella, pero no puedo. Ayer discutímos y le confesé que ya lo sabía todo - Sin pensarlo dos veces me lancé a abrazarlo.

- Tal vez yo pueda ayudarte - Le confesé.

- Imposible, Coqui. No hay cura para esto, ella ya me lastimó - Bajó su mirada.

- Tal vez si la hay - Lo tomé del mentón para que me mirara.

- ¿Cuál cura Coqui?, me siento muy lastimado y no existen ningún remedio para este tipo de casos - Noté su expresión de tristeza.

-Si que la hay, y te lo voy a demostrar - En ese momento junté nuestros labios, moviendolos de una forma muy tierna. Sus labios eran tan finos y suaves como lo soñé.


Edición hecha por Kooisy

INFIDELIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora