III

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Ahora sí, el chiquillo peliverde no comprendía nada.

Si en la salida con su novia ya estaba más confundido que en la tarde, ahora que estaba rodeado de las cuatro paredes de su habitación se encontraba completamente perdido.

No daba crédito a lo que había leído ¿entonces ese tal Todoroki Shoto significó algo más para él?

Y lo más primordial.

¿Él era entonces… homosexual?

No podía serlo, es decir, por algo tenía novia ¿no?

Seguía carcomiéndose la cabeza en que era un total error, tenía que serlo. Su madre siempre le dijo que él gustaba de Ochako desde el séptimo grado pero que no tenía el valor de decírselo.

Y él como siempre, creyó en las palabras de su madre.

— No comprendo —susurró para sí— N-no… no entiendo…

Volvió a re leer las cartas que su compañera de clases le había entregado en su cita de aniversario, en aquella cafetería, “mi amor” “conejito” “Izu mío” “mi vidita” era lo que más lo hacía pensar. Aquellas cartas mostraban amor puro hacia él.

Ese chico le regalaba todo su amor y su tiempo a él, y todo estaba sellado en aquellos escritos.

Pero lo que más le hizo darle un escalofrío —del bueno, quiero decir—, es cuando lee la carta en donde le dice que no olvidaría aquella noche con él, cuando dormía sobre su pecho y tenía una bella sonrisa mientras este aún soñaba y balbuceaba su nombre.

¿Eso significa que él no era virgen? La carta daba a entender que sí, en efecto, así era.

Sin embargo, él no lo aceptaba. No había existido en él siquiera segundas intenciones con su novia, no, jamás.

“Eso es pecado” según su madre.

O al menos, a su edad se suponía lo era.

Pero vamos, él ya tenía diecisiete años, era su último año de escuela, pronto estaría en la universidad ¿cómo sería pecado eso?

Aunque, no sabía cuando fueron estas cartas escritas.

Revisó su celular, dos y cuarenta y seis de la mañana. No podía conciliar el sueño. Suerte que su madre ya dormía, si no lo regañaría por andar con la lámpara encendida.

Sin pensarlo dos veces, entró a su mensajería y escribió a Momo, después de todo, tenía el número de todos sus compañeros agendados en el teléfono.

“Yaomomo, sé que no estás despierta ahora pero… tenías razón. Necesito hablarlo contigo, escríbeme a penas veas esto… por favor”

“Estoy confundido”

Terminó el mensaje y luego apagó el teléfono para después acomodarse y dormir “plácidamente”, apagó la lamparita de su habitación, no sin antes esconder las cartas que su compañera azabache le había entregado en su mochila, era el único lugar en donde su madre nunca buscaría, después de todo ¿qué podría esconder un estudiante de último año en una mochila? Exacto, nada.

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— Te escucho —dijo dudando el peliverde.
La azabache se sentó tranquilamente en una de las bancas del parque.

— Seguro —sonrió—, pero antes —comenzó a rebuscar entre su bolso para luego sacar un paquete de galletas de chocolate bañadas con chispas del mismo—, ten, son para ti.

En tu memoria [TodoDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora