Capítulo 4

477 36 4
                                    


Tras una semana trabajando en el hospital, Diana se sentía feliz. El doctor Julián había resultado ser tal y como Diego le había contado. Trabajar a su lado era muy fácil y desde el primer día la trataba con mucho cariño.

—Señorita, Diana Velasco, que honor verla por aquí.

El tono risueño de la voz de Diego llegó a sus oídos a pesar del intenso ruido que en esos momentos inundaba la cafetería.

Él, con una taza de café en la mano, se sentó frente a ella mirándola divertido. Su amiga siempre andaba en las nubes, en sus pensamientos llenos de recuerdos y sueños.

—Hola, doctor Diego Soler, no esperaba verlo por aquí.

Diego soltó una carcajada cuando ella le siguió el juego.

—Déjate de tonterías, llevo una semana sin saber nada de ti. Ni te veo aquí ni te veo en casa.

—Mira que eres exagerado, no es culpa mía que llevemos turnos diferentes. Es sencillo, cuando yo duermo, tú trabajas o viceversa.

—Una manera sencilla de no discutir —objetó él.

—Si tú lo dices.

Su frase, arrastrada por un eterno suspiro, lo puso en alerta.

—¿Qué pasa Dede?

Aquella manera de llamarla la hizo sonreír, él era el único que la llamaba de esa forma y le hacía sentir especial y querida.

—¡Ay, Dede se siente extraña! No sabría explicarte por qué —le confesó harta de guardar el secreto.

—Puede que no necesites explicarlo, tu mirada siempre ha sido un libro abierto para mí. Sigues pensando en el beso de la otra noche.

—¿Tanto se me nota?

Él la observó con cariño, conocía demasiado a esa mujer cuya alma luchaba ante el miedo y al abandono al que sus padres la habían avocado con su marcha.

—Te lo noto yo, no te tienes que preocupar por el resto.

—Por suerte, esta semana no lo he visto. Te juro que cada esquina del hospital que doblo me debato entre las ganas de volverlo a ver y el deseo de no tropezarme con él. ¡Es tan extraño!

—Simplemente, tu corazón lucha contra tu razón, algo nada sencillo de soportar. Un duelo en el que quizá no existan ni vencedores ni vencidos, simplemente supervivientes. Sea como sea este combate se prevé interesante, se aceptan apuestas.

El cabreo en la mirada de ella le bastó para entender que debía cambiar de tema.

—¿Qué tal con Julián, te trata bien?

La expresión de la cara de Diana cambió y, entusiasmada, comenzó a contarle lo bien que habían congeniado y cómo él la intentaba ayudar en cada momento para que se adaptara sin ningún problema.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El sabor de tu amor ©Chary Ca / Ya en libreríasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora