Capítulo3

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Para Santi había sido imposible conciliar el sueño después de la fiesta. Consultó de nuevo el reloj, eran las seis de la mañana y estaba cansado de dar vueltas en la cama por lo que decidió salir a correr por el Retiro, en aquel momento le pareció la mejor opción para despejar su mente antes de enfrentarse a una jornada laboral.

Ataviado con un pantalón de chándal gris y una sudadera negra, se colocó el iPod y seleccionó una carpeta aleatoria de música en Spotify.

La música y el movimiento actuaron en su estado de ánimo consiguiendo que al menos se sintiera algo más relajado. A pesar de la relajación le era imposible quitarse de la cabeza el sabor de aquellos labios, tal y como decía la canción que bailaron: le recordaban a las fresas maduras y en ellos, identificó un sabor que bien podría asociar con el amor.

Paró de golpe para desechar todos aquellos pensamientos, miró a su alrededor y cuando sus ojos divisaron una melena pelirroja, su corazón se aceleró de tal manera que podía percibir cómo golpeaba en su pecho.

«No puede ser cierto», pensó mientras sus pies comenzaban a volar hacia ella.

Cuando estaba cerca su corazón amenazaba por saltar desde su garganta. Frenó en seco a causa de la decepción de ver cómo un chico rubio y algo más alto que ella llegaba a su lado y la abrazaba cariñosamente. Ambos se tomaron de la mano y comenzaron a caminar, fue entonces cuando pudo ver su cara y comprobar con alivio que aquella pelirroja no era la suya.

Ante aquel pensamiento se amonestó: «¿Se puede saber que estás haciendo? A tu edad persiguiendo mujeres porque su pelo es de determinado color y encima usando ese pronombre posesivo. Mejor será que te centres o perderás la cabeza». Junto con aquellos pensamientos inició el retorno a casa, lo mejor sería una ducha y un café antes de irse al hospital.

Cuando Diana apareció por el comedor, Diego —que estaba desayunando— la recibió con intriga

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Cuando Diana apareció por el comedor, Diego —que estaba desayunando— la recibió con intriga.

—Buenos días, deseoso estoy de saber dónde te metiste anoche.

—Buenos días. —Saludó mientras lo miraba con cara de arrepentimiento—. Me vine a casa, me sentía incómoda y no quise molestarte.

Se sentó a su lado y tomó una de las tostadas que Diego había preparado. La mordisqueó sin ganas, era incapaz de comer nada recién levantada.

—Ya veo; pero tengo una pequeña duda, ¿te sentiste incómoda antes o después de besar al doctor Carmona?

Diana cerró los ojos por la vergüenza que recordar aquello le produjo. No cabía duda de que todos se habían percatado de lo ocurrido, justo ahora que empezaba a trabajar con ellos.

—Yo no lo besé. —Su tono de protesta obligó a Diego a mirarla a los ojos—. No digas tonterías me conoces desde siempre, sabes que no me beso con extraños.

El sabor de tu amor ©Chary Ca / Ya en libreríasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora