Capítulo 1

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Abrí los ojos, y sólo pude percibir una tenue línea de luz atravesar el cuarto. Como de costumbre, volví a despertar en el mismo cuarto gris. Era pequeño, de 4m de ancho y largo. Había una puerta blindada de alta calidad que contrastaba con el resto del cuarto. Una puerta enorme, robusta y blanca, colocada entre cuatro paredes viejas, que desprendían suciedad, piedra y polvo, junto a trozos de pintura grisácea.

Justo en frente de la puerta había una ventana, aunque minúscula, y con barrotes. A penas se podía apreciar el exterior, y el sol no solía aparecer demasiado. A la izquierda estaba lo que se podría considerar cama, o más bien un viejo colchón manifestando sus oxidados muelles. Por culpa de ello, alguna mañana me he despertado lleno de arañazos.

No tenía sábanas, tan sólo había una pequeña toalla para taparse, que era a su vez la que utilizabas al ducharte, y sólo se lavaban el primer domingo de cada mes. Cadecíamos de almohada. Al otro lado había un váter, y un rollo de papel higiénico, el cual debía de durarnos una semana y media, porque si lo gastábamos antes, no nos proporcionarían más hasta la fecha estimada.

Hubo una vez que a causa de un medicamento estuve enganchado al váter durante dos días, y gasté antes de tiempo mi papel. Tuve suerte, ya que 1103-M, o como nosotros la llamamos, Miky, se las arregló para consegir darme algo del suyo. Es difícil hacer ese tipo de cosas, ya que no se nos tiene permitido entrar ni sacar nada al cuarto. Pero Miky era así, si te decía que iba a hacer algo, lo conseguía. Yo no sería capaz de tomar tanto riesgo. No sabemos lo que ocurrirá si rompemos las normas, pero nos asusta saberlo.

Antes teníamos un compañero, lo llamábamos Vi, aunque aquí era conocido como 1204-V. Era más mayor que nosotros, y tenía el cuarto al lado del mío, pero una vez se lo llevaron los de negro, y ya no volvimos a saber más de él. A las 2 semanas había un niño mucho más pequeño ocupando su cuarto.

En los cuartos siempre hacía frío, hasta en verano, cuando los días son más largos y pega más el sol. La pequeña ventana de mi cuarto daba a un patio de luces bastante pequeño. Algunas ventanas daban al patio, y otras a un muro. Yo definitivamente tuve suerte con ello.

En ese patio nos sacaban una vez a la semana, a medio día, para que nos diese un poco la luz del sol, o eso decían, porque casi siempre había sombra, apenas se posaba el sol un poco, y era cuando estaba situado en lo más alto del cielo. El resto de veces íbamos a un patio interior, un poco más grande. Podías decidir si querías ir o no, pero el horario era de 17:00 a 18:00.

A parte de esas dos veces, sólo veíamos al resto de gente en algún que otro trabajo, como fabricar piezas, o arreglar alguna que otra cañería del edificio. Si tenías suerte podías cultivar, quienes se ocupaban de ello siempre tenían una piel más bronceada. Yo nunca he visto dónde están los cultivos, pero debe ser agradable.

Miky se ocupaba de las cañerías, siempre se le había dado bien, le resulta muy sencillo entender los conceptos y las cosas, y sabe perfectamente lo que debe hacer. A mí no se me da bien nada en particular, no destaco en nada, y el trabajo que me suelen dar se trata de fregar el suelo de las diferentes estancias. Eso sí, siempre con vigilancia a mi alrededor.

Sólo trabajamos una vez cada dos semanas, ya que los trabajos se reparten entre muchas personas. Estoy seguro de que todos querrían trabajar más a menudo. Miky trabaja todas las semanas, ya que hay poca gente que sepa hacer lo de las cañerías. Cuando no trabajamos solemos estar encerrados en nuestros cuartos, o en el laboratorio.

A nadie le gusta ir al laboratorio. Vienen la gran mayoría de los días a por nosotros los de blanco. Están los de negro y los de blanco. Los de blanco siempre aparecen, son los que dictan las normas, y los que nos llevan al laboratorio. También trabajan dentro de él. Los de negro sin embargo, nadie sabe aún dónde te llevan, sólo sabes que ir con los de blanco es peligroso, pero lo es aún más ir con los de negro.

Casi nadie vuelve cuando es llevado por los de negro, y los pocos que han vuelto no se dejan ver. Dicen los que coinciden en algún trabajo con alguno de ellos, que ya no son los mismos. que no hablan, no reaccionan, y no hacen caso a nada de lo que les digas o hagas. La verdad es que ni siquiera estoy seguro de querer saber lo que les ocurre, me aterroriza demasiado.

Como cualquier otro día, me encontraba en mi cuarto, abriendo los ojos y buscando la poca luz que entraba del sol. Las luces sólo las encendían en invierno por la tarde, cuando ya se veía oscuro. El primer pensamiento que suelo tener al despertarme es imaginar formas de poder escapar de estas paredes, de esta gente.

Acabo en un suspiro, y es entonces cuando voy a la ventana. No se ve nada del exterior, sólo se ve el edificio, y una muy pequeña parte del cielo. Se ve costosamente, dado que los barrotes de hierro oxidados son demasiado gruesos, y se cruzan entre sí, dejando muy poca perspectiva del exterior. Entre los barrotes no cabe ni si quiera mi mano, y hay un cristal que impide que entre si quiera una brisa. Aún así, me gusta mirar por la ventana, siento que no estoy tan sólo.

Hoy es día de ducha, ocurre tantas veces como cambiamos de papel higiénico. Yo no sudo mucho, ni echo mal olor, pero los días de antes de la ducha apesto, y ni os imagináis el olor que hacen algunos. Siempre te queda una pequeña esperanza de acostumbrarte al hedor, pero siempre se queda en esperanzas. Creedme, a eso no se acostumbra nadie.

No es que sea muy agradable la forma en la que nos duchamos, pero todos apreciamos ese momento. Nos dan un paño empapado y con él tenemos que limpiarnos cada parte del cuerpo. Realmente no entiendo por qué nos dejan tan poca higiene, al menos yo creo que les conviene que estemos más aseados, pero bueno, está claro que eso no les importa, ya saben, lo que pensemos o lo que queramos, al fin y al cabo.

Suelo hacer ejercicio, sobre todo los días antes de la ducha, ya que en este cuarto encerrado no se puede hacer mucho más. Necesitas despejar la mente, o puedes acabar loco. Los que estamos aquí desde que tenemos uso de la razón estamos más acostumbrados, pero los que llegan con algo más de edad suelen sufrir mucho más, y acaban locos de remate.

Miky y yo somos de esos de los que están aquí toda la vida. A veces imaginamos cómo será el exterior, y cómo será la gente de ahí. Creemos que serán como nosotros en la gran medida, pero que también habrá gente como los de blanco y los de negro.

Algunos nos han contado cosas sobre el exterior, pero no suelen recordar demasiado, ya que entraron de muy pequeños. En lo que todos coincidimos es en que no tenemos ni idea de cómo hemos llegado aquí, y por qué somos nosotros los que estamos aquí. Hay un grupo de frikis religiosos que dicen que somos especiales, y estamos aquí por alguna razón especial. Yo creo que es una tontería, simplemente estamos aquí pues porque nos ha tocado, sin más, y si somos "especiales" pues menuda putada, yo no quiero serlo, sólo quiero ser libre y salir fuera.

A veces pienso que el exterior puede ser un lugar terrible, y que por ello nos mantienen aquí dentro, que esta es la mejor opción. Miky no piensa eso, ni si quiera duda, está completamente segura de que el exterior es una pasada. No sé cómo puede estar tan segura, si nunca lo ha visto.

Out Of Control.          [En Proceso]Where stories live. Discover now