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La mesa de madera crujía junto con los movimientos bruscos, cada vez la habitación se llenaba de jadeos, ruidos de las pieles chocar y, gemidos altos, bajos y lascivos

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La mesa de madera crujía junto con los movimientos bruscos, cada vez la habitación se llenaba de jadeos, ruidos de las pieles chocar y, gemidos altos, bajos y lascivos. Era lo que esperaba lustrar SeokMin en aquel lugar silencioso, enterrando los dedos en la estrecha cadera dejando leves marcas rosadas.

Ya no quería pensar, y sabía que no lo estaba haciendo cuando hacía suyo a alguien tan diferente de quien juraba tener frente él.

Dio los últimos golpes antes de llegar a su clímax, abrazó tan fuerte el pequeño cuerpo debajo suyo con un gemido ahogado, y besó con profundidad a su compañero, uno cuál transmitió la falta que le hacía.

—Te amo, Jun.

Susurró pegando sus frentes, aún con los ojos cerrados y jadeando.

Él quería escuchar una respuesta, quería escucharlo como en sus sueños.

Escuchar su voz. Su voz dulce y a la vez grave.

Pero no iba a ser así.

—Yo también lo amo, Maestro.

No era Jun.

Nunca fue Jun.

La calidez alrededor de su miembro era tan diferente, el cuerpo que estrechaba sus brazos era tan pequeño, el aliento y sabor no se comparaba al que recordaba. Y esos pequeños ojos, no eran para nada semejantes a los de su verdadero amor.

No pasaron tres segundos para que SeokMin desviara su mirada lejos de aquel pequeño rubio tumbado en la mesa. Se alzó los pantalones sin decir nada y abandonó la habitación con el ceño fruncido, dejando a un joven enamorado, con la esencia chorrear entre sus piernas.

Así lo esperaba JiHoon.

La vida de SeokMin no fue sencilla, trabajó desde que era prácticamente un niño, con su padre trabajó de servidumbre de casa en casa, sin una madre ni hermanos a quién pudieran alimentar, eran sólo ellos dos, enfrentándose a una vida dura llena de esfuerzo.

No fue hasta los quince años que fueron contratados por la realeza, su padre se encargó como jardinero, SeokMin por otra parte, fue mandado como ayudante a la cocina; al principio el miedo le invadió al no tener cerca a su padre, pero pronto comprendió que en algún momento tendría que salir adelante por su propia cuenta. Gracias a los años metido en la cocina se volvió un gran cocinero, y suplió a la anciana HyeMin al cumplir diecinueve años.

El rey y la reina contemplaron el arduo trabajo del entonces adolescente, por lo que dejaron que se quedara bajo su techo antes de que se enteraran de la trágica muerte de su padre. Desgraciadamente el señor Lee falleció por un raro virus, uno que empezó con un simple resfriado concluyendo en un severo infarto haciendo terminar con la vida del adulto. Pero no fue la razón por lo que dolía, sino más bien no alcanzaba comprende porque tuvo que ser un día tan importante y especial, el día de su cumpleaños.

Regalo Perfecto ➮ᏚeokᎻuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora