PRÓLOGO

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Sonrió con malicia mientras empujaba suavemente con el hombro al chico que se encontraba a su lado, él se quejó intentando mantener el equilibrio para que los vasos de café no cayeran de la bandeja de cartón que los sostenía.

—Carajo, Tessa —la reprendió con el ceño fruncido—. Estoy tratando de no tirar el café, no pretendo hacer malabares hasta que lleguemos con papá.

—Lo siento, Malek —se disculpó aún riendo, disfrutaba molestar a su hermano de vez en cuando—. Pero no puedes culparme, lo que dijiste fue demasiado gracioso, además eres un exagerado —lo acusó, apuntándole con el dedo.

—Eso dolió, enana.

—Tampoco te empuje tan fuerte —farfulló, rodando los ojos mientras daba unas suaves palmadas en el omóplato de su hermano.

—Claro, lo dice alguien que me gana en muay thai —contraatacó su hermano—. Eso no es muy justo que digamos.

Lek, para ya de quejarte y supéralo —resopló tratando de restarle importancia al tema.

—Lo he superado, Tessa —le sonrió con cariño—. Sé que no soy el mismo Malek de hace cinco años, no puedo hacer las mismas cosas, y lo he aceptado.

Tessa lo miró, pudo ver un atisbo de tristeza en la mirada de su hermano.

—Estoy feliz, porque entre todas las personas que pueden ganarme, no hay nadie que prefiera que no seas tú, Tessie.

—¿Quién eres y que has hecho con mi hermano? —se paró de puntitas y le tocó la frente.

Malek negó esbozando una sonrisa y juntos entraron al Departamento de Policía de Nueva York. Saludaron a Rachel, una oficial algo mayor, con el cabello rubio engominado.

—¡Mis niños hermosos! —chilló con emoción latente, apretando las mejillas de ambos chicos para después rodearlos con sus brazos—. Tessa, cada día que te veo, luces más hermosa.

La chica intentó esconder su sonrojo y le agradeció.

—¿Mi padre está libre? —preguntó Malek una vez que Rachel paró de hablar sobre los nuevos cotilleos que rondaban el departamento de policía.

—Claro, cariño.

Se encaminaron hasta su oficina, tocaron un par de veces y la voz de su padre los invitó a pasar. Comisionado James Jensen rezaba en la placa de color dorado que reposaba sobre su escritorio caoba.

—Llegan tarde —musitó James, el padre de los chicos sin despegar la mirada de su ordenador.

—Fue culpa de Tessa —Malek le sonrió inocentemente a su hermana.

—Papá sabe que el impuntual aquí eres tú, Lek.

—Chicos, por si no lo notaron el detective Min esta aquí —James los miró finalmente a través de sus lentes, señalando al hombre que se encontraba sentado frente a él.

—Comisionado, aún no soy detective, sigo siendo un oficial.

—Min, no seas humilde —añadió James—. Ya casi eres detective.

El casi detective Min Yoongi, se quedó en silencio.

—Este es para ti —Tessa dejo el café sobre el escritorio—. Espresso doble, cortado.

Eran las seis de tarde, el turno de su padre estaba por terminar y como era costumbre, le llevaban un espresso doble a la oficina. De pronto la mano de Malek se posó sobre el escritorio de manera violenta, su respiración era agitada, como si tratara de mantener todo el aire posible dentro de sus pulmones. Los grandes ojos grises de Tessa se abrieron de par en par, llenos de terror cuando su hermano se llevo la mano libre al pecho.

—¡Tenemos que llevarlo al hospital! —le gritó a su padre.

Trató de alcanzar a su hermano, pero cuando lo hizo él ya se había colapsado.

CATARSIS » myg, pjm.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora