Las frías calles Seúl lucían desoladas, eran cerca de las diez de la noche y Tessa caminaba tranquilamente por la acera, sus largos cabellos azabache se movían con el viento y un escalofrío le recorrió por todo el cuello cuando el aire tocó su piel.
En sus grandes orbes grises se reflejaba la luz de la luna, su semblante lucía preocupado pero sacudió su cabeza tratando de disipar aquellos pensamientos que le atormentaban.
Había pasado un mes desde la desaparición de Malek y el aún no daba señales de vida. Sucedieron muchas cosas desde aquel día y en su vida se había comenzado a tejer una red de mentiras que Tessa temía en algún momento se salieran de control. La primera que tuvo que soltar fue a su padre, quien a pesar de ser el comisionado del Departamento de Policía de Nueva York no había podido encontrar a Malek, era como si se hubiese esfumado de la faz de la tierra. Ni siquiera parecía algo planeado —aunque sus cosas habían desaparecido de su habitación y el dinero de su cuenta de banco— ella conocía muy bien a su hermano mayor y sabía que el jamás huiría de esa manera.
Así que después de haberlo pensado demasiado, se dio cuenta que la única pista que tenía en aquellos momentos era una nota arrugada que había encontrado en el baño del hospital el día en que el desapareció. Una nota escrita con letra temblorosa, casi ilegible en la que se podía leer "Corea del Sur". Y tal vez era una estupidez, una simple corazonada que a ojos de un extraño solo eran conjeturas de una chica desesperada por encontrar a su hermano sin embargo, no podía quedarse de brazos cruzados, Tessa sabía que él había dejado aquella nota para que ella la encontrase.
Así que Tessa tomó un vuelo a Corea con la excusa de estar demasiado abrumada por la situación y querer además, tomar un máster en Inglaterra. Se sentía terrible pero no quería ilusionar a su padre haciéndole creer que había encontrado a Malek cuando la única pista que tenía era una nota.
Pronto llegó al complejo de departamentos donde vivía, las puntas de sus tacones resonaban en las escaleras al subir. Las bolsas del supermercado pesaban demasiado y sus dedos habían perdido el color debido a la falta de circulación, contuvo la respiración cuando estuvo a punto de caer del último peldaño de las escaleras. Llegó a la puerta y resopló agotada, con las mejillas enrojecidas mientras buscaba las llaves del departamento en su chamarra, se dio por vencida y tiró las bolsas al suelo.
Escuchó una puerta abrirse, sin embargo no volteó, estaba más concentrada en encontrar las llaves, entonces recordó la hora y maldijo para sus adentros, quizás era un vecino que iba a quejarse por él ruido.
—¿Necesitas ayuda?
Era una voz joven y suave, pero sin duda varonil. Tessa cerró los ojos y negó llena de vergüenza, no quiso mirar a aquel extraño que se encontraba detrás de ella. De pronto escuchó al desconocido posarse a un lado de ella, un olor a cedro y almízcle le inundó las fosas nasales, era embriagante y no deseaba que ese aroma se desvaneciera.
—Hey, puedo ayudarte con las bolsas, de verdad no me molesta —escuchó decir al extraño mientras se inclinaba para quedar a su altura.
Y diablos, en ese momento el corazón le latió desembocado con una fuerza tan abrumadora, que sintió estuvo a punto de salirse. Era hermoso e inclusive aquella palabra parecía no hacerle justicia.
El cabello de aquel desconocido era tan oscuro que a Tessa le recordó al color del carbón, sus profundos ojos obsidiana la miraban atentos con una sonrisa adornando sus labios gruesos y rosados que seguramente eran responsables de robarle suspiros a muchas chicas. Era un ángel. Uno que te robaba el aliento.
—Gracias —musitó aún avergonzada, cuando por fin encontró las llaves, el chico ya tenía las bolsas en sus manos.
El desconocido le sonrió nuevamente y ella abrió la puerta.
—¿Puedo pasar? —preguntó el chico, por lo que ella asintió y ambos se encaminaron dentro del departamento.
El departamento era de tamaño mediano, con las paredes desnudas de un tono hueso, se encontraba tal y como se lo habían entregado a Tessa, con los mismos muebles en el mismo lugar. Después de todo no planeaba quedarse demasiado ahí.
—¿Eres nueva, cierto? —el chico de cabellera oscura la miró curioso mientras dejaba las bolsas sobre la mesa del comedor—. No te había visto por aquí.
—Sí, llegué hace una semana —confesó, aliviada de por fin poder cruzar palabra con alguien que parecía ser amable—. Soy Theresa, pero puedes llamarme Tessa.
—Ese es un bonito nombre —musitó el desconocido—. Mi nombre es Jimin, pero puedes llamarme —se detuvo abruptamente y parecía estar pensando—. Jimin.
Se encogió de hombros y rió sonoramente. Sus ojos desaparecieron volviéndose una fina línea cuando las comisuras de sus labios se curvaron, y aquel hombre que parecía un ángel logró con aquello enternecer el corazón de Tessa.
—Tú rostro me dice que no eres de por aquí —inquirió Jimin, escrutándole con la mirada. La curiosidad de aquel chico era algo peligroso para alguien con las motivaciones de Tessa.
Mentir o decir la verdad. Una difícil decisión.
—Nueva York —Tessa recordó los enormes rascacielos y la nostalgia le inundó.
—Jamás he pisado Estados Unidos, algún día me gustaría ir a Nueva York, ¿es como en las películas?
Ambos caminaron hacia la puerta de Tessa.
—Más ruidosa y apestosa. Y nuestro metro es una mierda —Tessa hizo un mohín de desagrado, causando que el chico riera sonoramente—, pero creo que te agradará —le aseguró—. ¿Tú eres de aquí?
—No, nací en Busan, me mudé a Seúl hace un año.
Un olor extraño inundó sus fosas nasales, y Jimin abrió los ojos con sorpresa.
—Tengo que irme, olvide la cena en el horno —gritó mientras corría en dirección a su departamento—. ¡Fue un gusto conocerte!
Después de aquello Tessa se dispuso a sacar las cosas de las bolsas de compras. Tenía todo lo esencial, así que preparó la cena y entonces recodó que había sido culpa suya que la cena de aquel chico se quemara.
La idea rondó muchas veces por su mente, pero como si de una locura se tratase, la rechazó. No podía permitirse el contacto con Jimin, ni con ninguna persona. Era peligroso e interfería con sus planes. El único motivo y objetivo por el que Tessa se encontraba en Corea era por Malek, su hermano mayor. No podía permitirse distracciones.
Y cuando la cena por fin estuvo lista, la culpabilidad pudo más que su deber y decidió llevarle la cena a Jimin. Se dijo a sí misma no significaba nada, y sin saberlo aquel fue su primer gran error.
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CATARSIS » myg, pjm.
ActionTessa estaba dispuesta a sacrificar todo, aún si eso significaba perderse a ella misma en el camino, pero cuando el amor llega a su vida de la manera más inoportuna e inesperada. ¿Estará dispuesta a sacrificarlo a él también?