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Zayn se pasó la mano por el rostro y la incipiente barba, pensando que debería haberse cambiado y afeitado. 

Llevaba cinco días sentado junto a la cama de Perrie en la UVI, mirándola... rezando... esperando que despertara del coma, atormentado porque aún no sabía a dónde había ido o qué había estado haciendo antes del accidente.

Había recibido la llamada tras cuatro días de agobiante espera y búsqueda, cuatro días durante los que había sentido más rabia y frustración que en toda su vida. 

Pero entonces la policía del estado le notificó que el coche de Perrie se había salido de la carretera y había chocado contra un árbol y que la habían llevado a un hospital en Binghamton, Nueva York. ¿Qué diablos hacía su mujer en una carretera secundaria del estado de Nueva York?
No debía hacer la pregunta y no debía preocuparse por la respuesta. 

Mirando a Perrie, su pelo rubio contra el blanco de la almohada, la palidez de su rostro, su frente, marcada por una hilera de puntos en el nacimiento del pelo, lo único que quería era que despertara y le sonriera de nuevo como solía hacerlo. Odiaba verla sujeta a todos aquellos tubos y cables. Las enfermeras acudían cada hora para comprobar sus constantes vitales y observar indicios neurológicos de cualquier posible cambio. También iba un fisioterapeuta a mantener en buen estado sus músculos.

Se había ocupado de que tuviera lo mejor.
Especialmente consciente de ella tras varios días esperando ver algún indicio de recuperación, Vio de repente que sus dedos se movían sobre la sabana. Entonces, milagrosamente, su brazo se movió. Zayn contuvo el aliento mientras ella volvía el rostro hacia el y abría sus ojos azules.

—Perrie, Perrie —susurró—. ¿Puedes oírme?
—¿Dónde... dónde estoy?
—En un hospital en Binghamton. Sufriste un accidente...
—¿Binghamton? Pero estaba en mi graduación... ¿Cómo he llegado a Binghamton? ¿Y tú... quién eres? ¿Dónde está mi madre?

Zayn se quedó helado, y supo que algo terrible había sucedido. Aunque tal vez se tratara de algo pasajero.

—Perrie, soy yo. Zayn. Sé que tengo que afeitarme...

Ella lo miró con curiosidad.

—No te conozco. No entiendo qué hago aquí —trató de erguirse y al hacerlo, los cables y tubos a los que estaba sujeta se tensaron y el monitor pitó a la vez que ella se llevaba la mano a la cabeza y cerraba los ojos.

Zayn pulsó el botón de aviso tres veces seguidas.

—Túmbate hasta que venga el doctor, Perrie.

El contacto de la mano de Zayn en su cuerpo, apenas cubierto por un fino camisón, fue eléctrico. Abrió de nuevo los ojos y lo miró, confundida.

—¿Quién eres? —repitió.

Zayn comprendió que necesitaba algo más que un nombre.

—Soy tu marido.

La expresión de confusión dio paso a otra de conmoción. En lugar de volver a tumbarse, como Perrie habría hecho, dijo con voz temblorosa:

—Llama a un médico, por favor. Ahora mismo.

Zayn estaba acostumbrado a dar órdenes, no a recibirlas Pero cuando entró una enfermera, hizo lo que Perrie había pedido.

Una hora después, aún caminaba de un lado a otro del pasillo, mirando de vez en cuando la puerta de la habitación en la que el médico examinaba a su esposa. Estaba a punto de entrar para ver qué sucedía, cuando vio un rostro familiar acercándose por el pasillo.

Louis Tomlinson, era su amigo. Liam, otro primo, habían pasado muchos veranos juntos en el rancho de su tío en Tejas. Zayn no hablaba con su amigo Liam ni lo veía tanto como le habría gustado, sobre todo desde que Liam se había hecho cargo del rancho Star Four, pero Louis vivía cerca de West Hartford y se las arreglaban para verse siempre que podían. Había mencionado que se pasaría por el hospital para ver qué tal iba Perrie. Zayn se alegraba de que hubiera ido.

Un amor auténtico (Adap. Zerrie)Where stories live. Discover now