wosani
Hace poco Daniel y yo cumplimos cuatro años de novios, desafortunadamente ese día ambos trabajamos hasta tarde y no pudimos llegar a cumplir con la celebración que nos prometimos semanas antes. Estaba desilusionado, tenía un gran plan para nosotros dos, había hecho muchas llamadas y había recorrido muchas tiendas para conseguir todo lo necesario y que saliera perfecto, estaba decidido, ese día se lo diría, pero durante el transcurso de mi jornada laboral me fui dando cuenta de que sería imposible cumplir con todo. Daniel se sentía de la misma manera, ambos habíamos estado tomando turnos extras desde hace meses para cumplir nuestra promesa de lograr viajar a fin de año.
De esa manera ambos estuvimos en casa al rededor de las diez de la noche, agotados y sin ganas de nada que no fuera dormir, nos conformamos con cenar pizza y ver un par de películas, no me quejo, había sido perfecto de cualquier modo, lo único de lo que me lamenté fue que no tuve la oportunidad ni el tiempo de hacer lo que planee para la cena.
-Amor -me llama desde la puerta de nuestra habitación, mis ojos siguen sus movimientos mientras él se acerca a mí, lleva puesta una camiseta vieja y unos shorts de buzo que solían ser míos, me gusta la manera en que se ve con esa ropa, tan casual, tan cómodo, tiene el cabello húmedo porque acaba de salir de la ducha, no puedo dejar de verlo. -Es tu turno de preparar el desayuno, dale levántate, quiero comer - comienza a agitar mi hombro con algo de brusquedad y el ceño fruncido, me río, se ve tierno hasta cuando se quiere hacer el malo conmigo.
-¿Qué querés que te prepare bebé? -él parece pensar una respuesta mientras me ayuda a levantarme de la cama, se pega a mi torso cuando ya estoy de pie y yo lo rodeo con mis brazos, de alguna manera nos las arreglamos para bajar las escaleras así y llegar a la cocina con cero accidentes de por medio.
Al final él me ayuda a preparar los panqueques, noto que está de un humor especialmente bueno cuando le tiro algo de harina en la cara y él me sigue el juego y me la devuelve con una sonrisa, normalmente me habría regañado por este acto y yo lo habría hecho de nuevo y con más ganas solo para darme el gusto de verlo enfadado, porque me encanta esa forma que tiene de fruncir el ceño, sin embargo nada le gana a la sonrisa esa tonta tiene en este momento.
El desayuno pasa en silencio pero eso no es algo malo, me gusta estar así, son pocos los momentos en que estamos totalmente en paz, ambos somos un poco bastante inquietos y ruidosos la mayor parte del tiempo, así que los momentos como este nos vienen bastante bien de vez en cuando, no necesitamos palabras, Daniel me lanza una sonrisa chiquita cuando me atrapa mirándolo y no puede ser más perfecto, le devuelvo la sonrisa y le lanzo un beso volado antes de levantarme de la mesa para lavar mis servicios, sus mejillas rápidamente toman color y él agacha la mirada para seguir comiendo, sin embargo no deja de sonreír, amo esto.
Mientras enjuago mi taza pienso en el plan que deje inconcluso unas semanas antes y sonrió burlándome de mi mismo, estaba tan nervioso e inseguro que me permití ser tonto en ese momento, cuando recorrí decenas de tiendas en busca del traje perfecto, cuando reserve lugar en un restaurante caro y luego una suite en un hotel aún más caro, todo tenía sentido en ese momento, ahora me doy cuenta de que realmente no necesito nada de eso, a él no le importan esas cosas. Él me quiere a mí, yo lo quiero a él, los lujos esos nos vienen de sobra.
Sonrío como un idiota cuando recuerdo todo lo que hemos pasado para llegar hasta aquí, los buenos momentos, los malos y los peores, todo. Siempre hemos estado juntos y no me hago a la idea de que eso cambie algún día, no podría, él es mi mejor amigo, es mi familia, mi apoyo, mi lugar en la tierra, mi todo.