Blanco y negro.

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Escuálido, esquelético, más roído él mismo por el tiempo que sus ropas por las condiciones en que vivía. Su rostro lucía pálido y arrugado como los escasos billetes que algún honrado ciudadano se dignaba a darle. Su mirada era profunda y apagada; gris y cansada. Las ojeras le daban un aspecto mucho más alicaído y demacrado.

La ropa que llevaba era holgada para su nula forma física y estaba ennegrecida por el asfalto donde el pobre yacía hasta en las noches más invernales. Su calzado no se quedaba atrás, pues era perfectamente comparable con un queso francés de esos que nunca disfrutaría, de lo agujereado y desgastado que estaba, a causa de las carreras que a diario soportaba para poder dar a su dueño algo de comer; carreras estas culpables de que algún día la suerte le sonriese a él como ya hiciera con su padre, con una sonrisa amarga, y diese con sus huesos en la cárcel.

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⏰ Última actualización: Nov 28, 2016 ⏰

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