Ante el indescriptible y atosigante aburrimiento en el cual llevo sumergida toda la tarde, ha llegado a mí la brillante inventiva de relatar una vieja anécdota sobre mi persona, la cual de seguro no les interesa a los lectores que aquí se encuentran razón por la cual dejarán de leer en éste punto:
Hace tiempo cuando tenía 14 años y estaba en tercero de secundaria, mis amigos me convencieron(bueno no tanto porque acepté a la primera)de irnos todo un día de pinta.
Creímos que la misión de pasar al portero sería de lo más fácil. Pero el señor por nada de el mundo se separaba ni un segundo de la puerta, ni para mear.
Esperamos media hora y al final decidimos buscar otra salida. Solo que, no había otra salida.
No, esperen, Naruto(por no decir su nombre real)mi amigo tiene una brillante idea.
Brillante idea: Saltar por la ventana.
Obstáculo: está en el segundo piso y está medio algo caray.
Ventaja: justo a lado había buen poste por el cual nos podíamos deslizar.
Obstáculo: estaba lejos caray.
Fase 1
Lanzar nuestros bolsos para así obligarnos a nosotros mismos a saltar si nos acobardabamos.
*Completada*
Fase 2
Saltar uno por uno.
*Completada a medias*
Face 3 (agregada a última hora)
Convencer a Naruto de saltar porque se acobardó.
—¡Salta pendejo!
—¡Baja no seas bobo!
Sus nervios se incrementaron gracias a todo éste acoso y al momento de saltar, no lo hizo de manera correcta por lo que, ya sabrán, se lesionó.
Tuvo una fractura en ambos tobillos y faltó a clase dos trimestres.
Y a los demás nos suspendieron por dos semanas a demás de los castigos de nuestros padres.
¿Y saben qué?
No me arrepiento de nada,
caray.