ᴇxᴛʀᴀ

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Un peli marrón se encontraba sentado al lado de su cama, apoyando su cabeza en está. ¿Porqué? Porqué un intruso estaba recostado en su preciado colchón, era una de esas típicas tardes libres, que eran pocas por cierto, en dónde ambos jóvenes se encontraban en una de sus casas para ver películas o jugar videojuegos.

Se encontraban por la segunda temporada de The Walking Dead, cuando el más pequeño se durmió. Oh, no era consiente de que era peligroso quedarse tan indefenso.

Lo hace a propósito, definitivamente a propósito el peli marrón hacia muecas raras, y no, no eran porque casi se comen a Carl. El de hebras naranjas no tenía nisiquiera idea de los estragos que hacía en el mayor, es que, nadie se podría resistir a la cara tan angelical que Shōyō tenía en ese momento. Otra cosa que se preguntaba Tōru, es que, como era posible que no roncara o hiciera ruido alguno, es que joder, no podía ser tan perfecto.

En un movimiento inconsciente del ex cuervo, este quedó boca arriba con los labios entre abiertos, tenían un color rosa pálido. Y que lo enjuiciaran o todo lo que quieran, pero Oikawa no quería hacer otra cosa que besarlo, para ver si podía dejar de sentirse así.

Puso una mano en su corazón de manera dramática, el mocoso era precioso, y eso nadie se lo niega.

Oikawa abrió un chocolate que había quedado de tantas golosinas que compró con su corderito. Y pensó, que ya habían pasado tres meses desde que ese solecito llegó a su vida, de una manera que no se lo imaginaba. Aunque quisiera no admitirlo, tenía sentimientos hacia ese pequeño, y podría jurar que desde que le conoció. Es que, esos ojitos llenos de emoción y esperanza, en poder mejorar para el deporte en que ambos amaban, le conquistó. Como ninguna chica lo había hecho antes, recuerda morderse los meñiques con envidia al ver como el Karasuno festejaba con Hinata aquella vez que le ganaron a su equipó.

Tiempo después de que llegó, Shōyō le contó por lo que pasó sus últimos días en su antigua preparatoria, y juraría que no podía odiar tanto a una manada de personas. El y Seijoh tenían algo claro, cuidarian a ese pequeño rayo de luz.

Mañana sería Lunes, y tenía previsto que habría una gran tormenta. Porqué exactamente mañana, era el campamento de entrenamiento de vóley, que hacían una vez al año las grandes preparatorias, tales como el; Aoba Johsai, Nekoma, Fukurōdani, Date, Shiratorizawa. Y sabía que, por recomendación del entrenador de Nekoma, el Karasuno también estaría.

Escucho como el de hebras naranjas se movía, entre sollozos, ante esto el mayor apagó el televisor y se acomodó junto al pequeño, abrazandolo y transmitiendole su calor. Shōyō sonrió entré sueños, Tōru solo pensó en que protegería esa sonrisa.

Eran las cinco de la madrugada, y ahí estaban ambos, sintiendo mutuamente su calor

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Eran las cinco de la madrugada, y ahí estaban ambos, sintiendo mutuamente su calor. Pero bueno, un chico de hebras anaranjadas estaba no solamente sorprendido, su corazón estaba demasiado contento, hasta parecía que tendría un paro cardíaco allí mismo, y aunque tratara de calmarlo este no le hacia casó, prácticamente se burlaba y le decía "deja de chingar".

🌱ᴀғᴛᴇʀ ᴛʜᴇ sᴛᴏʀᴍ🌱 OiHina | Two-shotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora