Capitulo unico

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Él no era así, tampoco le gustaba serlo pero desde que Willy se había marchado de su vida gracias a un tercero se había convertido en eso, un ermitaño.
Vivía allí arriba, en aquel lugar tan alto y lejano donde no podía ver a nadie y nadie podía verlo.
Sus amigos lo fueron a visitar varias veces, Luzu, Alex, Auron, hasta Willy y Fargan. Pero él jamás atendía la puerta.
Desistieron con el tiempo porque ¿cómo ayudar a alguien cuando este no te lo permite?
Con pesar lo dejaron, Vegetta quería estar así y por más que quisieran, entendieron que no podían hacer nada.
Pero si de cabezoneria hablábamos cierto osito era el más terco.
Rubén, como ocasionalmente lo llamaba el pelinegro, jamás lo dejo de visitar.
Se pasaba horas parado en la puerta de casa del de ojos amatista, ahí sentado gritando su nombre, Veg, Vegetita, Vegetoide, Samuel, De Luque, Vegetta. Lo llamaba de todas las formas y le mentía contándole de cada ilegalidad que hacían los demás para incitarlo a salir de casa, pero Vegetta ya había perdido hasta las ganas de regañar a sus compañeros.
Ya no era el rechazo de su novio, sino la falta de confianza que se tenía hacía el mismo y hacía los demás, porque ¿Como confiar en cualquiera si hasta su mejor amigo le mintió de tal forma? Le engaño con sus te amo, con sus besos y sus abrazos, todo eso lo dijo mientras salía con su otro amigo, Fargan. Ambas personas que consideraba más cercanas le habían traicionado de esa forma.
Estaba destrozado.

Por más que quisiera salir y abrazar al oso no podía, se negaba a terminar lastimado una vez más.

Un día, mientras agrandaba su huerto, fue sorprendido por Rubius.
- ¡Vegetta! - gritó. - ¡Abre ya la puta puerta, por favor!
El nombrado se quedó de piedra, ¿Que hacía despierto tan temprano por la mañana? El sol apenas estaba saliendo.
- ¡Vamos, Vege! ¡sé que estás ahí! - se quedó en silencio un rato, solo se escuchaba un ruido, como si estuviera buscado algo. - ¡Mira, me quede toda la noche despierto buscándote Nabos! ¡Casi muero allá afuera como unas tres veces!
Se sorprendió si es que podía hacerlo más. Nabos, los habia estado buscando por mucho tiempo, solo se encontraban en tierras lejanas al pueblo y era difícil encontrarlos. ¿Cómo sabía que los quería?
- ¡Me contó un pajarito que los querías, si me abres la puerta te los daré! - le gritó.
Río. ¿En serio creía que caería ante ese chantaje?
Pues Vegetta estaba tentado.
Dios, quería tanto esos nabos desde hace mucho tiempo y ahora que se negaba a salir de casa era imposible que los encontrara.
Con dubitativas, abrió la puerta.

Se quedaron allí, ambos mirándose en silencio.
Rubius tuvo la necesidad imperiosa de abrazarlo, pero se retuvo porque Vegetta lo miraba con el ceño fruncido. El pelinegro no lo hacía apropósito, su expresión se debía a su frustración interna.
No sabía que decir porque ¿que le dices a alguien que espero pacientemente por ti y que le respondiste con indiferencia? ¿Gracias? No, era muy poco y Vegetta estaba en blanco.
- Puedo ayudar a plantarlos. - dijo Rubén con una sonrisa mientras alzaba los Nabos. - Si tú quieres.
Vegetta le sonrió y se hizo a un lado.

Comenzaron a plantarlos en un silencio cómodo, Vegetta colocaba el agua mientras que el otro cavaba y juntos plantaron los Nabos. Una hora después, ambos estaban un poco llenos de tierra, lodo y sudor, pero ambos tenían una sonrisa en los labios.
- Gracias, chaval. - le dijo.
- Plantar no es tanto trabajo Vegetta, no hay nada que agradecer.
Negó con la cabeza. - Me refiero a todo, ya sabes...
Rubius lo miro con una sonrisa y miro hacia el costado, el sol estaba saliendo completamente. - ¿Sabes? Entiendo como te sientes, paso lo mismo hace tiempo con
- Mangel...- contestó el pelinegro en un susurro.
- Si, Mangel. - Rubius inhaló hondo. - Cuando me dejo por Lolito sentí que mi mundo se acababa, literalmente. Llore durante mucho tiempo y se repetía una y otra vez las palabras que me dijo, "Lo siento, pero me enamoré de otra persona." Lo odiaba, a él y a Lolito. Estaba solo ¿Sabes? Los demás se acercaron pero, al igual que tu, los alejé y cuando me quise dar cuenta, estaba hundido en mi miseria y no podía salir sin ayuda. - se quedó en silencio mientras el pelinegro lo observaba y sus ojos se cristalizaban. Lo recordaba, fue hace un año, no había visitado al castaño porque no eran amigos realmente. Pero si hubiera sido consiente del dolor por el que aquel muchacho pasaba, lo hubiera apoyado como él lo hacía ahora.
- ¿Cómo lograste salir, volver a ser tu? - le preguntó con la voz ligeramente cortada.
- Solo. - Río. - Me recupere solo, de a poco, fue difícil pero pude. Un día me cansé de estar triste y comencé a salir. Luego de un tiempo volví a ser yo.
Vegetta se quedó en silencio analizando lo que el muchacho le decía. Ciertamente estaba cansado también, harto de levantarse y querer volver a dormir, de sentirse desanimado y que cuando buscaba volver a sentir ganas de hacer lo que antes le encantaba, terminaba llorando porque nada era como antes. Extrañaba construir, sentía ganas de agrandar su casa, remodelar, decorar, hacer algo, pero su cuerpo y su mente no se lo permitían.
- Mira. - Rubén le dijo luego de un rato.- Se que todo se ve gris, pero va a cambiar si solo tú quieres hacerlo. - se acercó y se sentó a su lado. Ambos estaban frente a la gran casa, observándola. - ¿Que quisieras hacer ya con este castillo?
El pelinegro observó la propiedad. La verdad es que le apetecía cambiar aquel cristal morado por uno aún más oscuro.
- Los cristales, los quiero más morados. - Le dijo.
- ¿Eso se puede?
- Si, pero me falta más tinte...
Rubén se puso de pie y se colgó la mochila al hombro. - Te traeré el tinte. - le dijo mientras se dirigía a la puerta. - ¡Tu ve haciendo lo demás!
Vegetta se quedó de piedra unos minutos, allí sentado observando la puerta.

El lobo solitario {Rubegetta} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora