PARTE II

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Cinco años después…

—¿De dónde vienes? —papá preguntó como si no fuese obvio.

—De casa de Zayn. —mentí, simplemente  porque quería verlo ponerse rojo de la ira y que tal vez la vena en su frente explotase.

—No me mientas, Harry. Compórtate como un hombre y da la cara.

Me detuve al pie de la escalera y giré para encararlo. Mi padre vestía un elegante esmoquin negro hecho a la medida y brillantes zapatos de piel. Su ceño estaba fruncido y yo estaba dispuesto a arruinarle la noche.

—¿No es obvio? —pregunté sarcástico —Vengo de visitar a mi vándalo novio en la prisión. Te envía saludos por cierto.

—¡Te prohibí expresadamente que volvieras a ese lugar! —Des gritó, mientras mamá aparecía en lo más alto de la escalera, elegantemente vestida y con una expresión clara de horror en su rostro. —Puedes ser mayor de edad, creerte muy maduro y correcto, pero sabes que sigues siendo el mismo mocoso mimado que se encaprichó por un delincuente mal nacido que…—

Ignorando a mi padre y su ya conocido discurso sobre Louis, empecé a subir los escalones uno a uno. Besé la mejilla de mamá en cuanto pasé por su lado y me encerré en mi habitación.

Encontré un traje gris sobre mi cama, impecable y listo para ser usado. Sabía que aquella noche era la cena de gala dada por la empresa de mi padre, pero ni siquiera me importaba. El dolor en mi pecho no disminuía y estaba cansado de llorar a cada momento. Ya habían pasado cinco años desde que Louis había sido arrestado y condenado a quince años de prisión por tráfico ilícito de drogas y el dolor seguía siendo el mismo. No soportaba sólo verlo a través de un vidrio y escuchar su voz a través de un auricular. Lo necesitaba conmigo, como siempre habíamos planeado y él me había prometido.

Volví a llorar en la ducha, bajo el chorro de agua caliente. Sentía que una parte de mi moría y con ella, mi esperanza. No sabía si iba a soportar diez años más sin Louis a mi lado, habiendo pasado los últimos cinco como si tuviera sólo la mitad de mi corazón. Sin embargo, lo amaba. No había dejado de hacerlo y sabía que probablemente no iba a hacerlo nunca.

.

—…y este es Harry, mi hijo. —papá me presentó por décima vez a uno de sus tantos socios. 

El hombre delante de mí sonrió y estrechó mi mano, como los otros nueve anteriores. Mamá saludó y sonrió de manera cortés, dándome un disimulado pellizco cuando el tipo me presentó a su hija y yo no me acerqué a saludarla, como se suponía que tenía que hacerlo un “caballero”.

—Mucho gusto. —sonreí fingido y ni siquiera me importó si se notaba. —Yo iré afuera un momento. Ha sido un gusto, señor…—

—Vandor. —respondió al darse cuenta que yo no recordaba su apellido.

—Claro. —sonreí una vez más y caminé fuera del salón; el cual estaba lleno de viejos superficiales y estúpidos, cabe resaltar.

El hotel en donde se daba la fiesta tenía un jardín precioso y las pequeñas luces brillaban por todo lo amplio del verde prado. Tomé asiento sobre el césped, sin importarme la humedad o el hecho de que arruinaría los costosos pantalones que llevaba. Elevé mi mirada al cielo, para sólo recibir oscuridad; era típico del cielo de Holmes Chapel no tener estrellas.

Mi mano se hundió inmediatamente en el bolsillo de mi pantalón y empezó a acariciar el frío metal del pesado encendedor. El encendedor favorito de Louis. Lo extrañaba tanto que necesitaba del artefacto que alguna vez odié para sentirlo, de alguna manera, junto a mí. Necesitaba tanto un beso o un abrazo suyo, lo necesitaba escabulléndose por mi ventana sólo para acurrucarnos y dormir juntos. Lo necesitaba para decirme que todo iba a estar bien y para poder decirle lo mucho que me arrepentía por no haber aceptado su propuesta hace cinco años.

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