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La luz del sol se filtraba en una de las ventanas de la cálida casa en donde vivían dos personas. Un hombre y una niña.

Era de noche, aquella niña, feliz y soñadora descansaba en una cama con sábanas rosadas acorde a su personalidad. En la orilla de esta cama, estaba el hombre, mirando con una sonrisa dulce a su pequeña niña. Le ordenó a que se acostara para dormir, pero lo que menos quería la niña era dormirse.

—No quiero dormir papá, intento ¡pero no puedo dormir! —se excusó la niña— además, con esta calor no se puede dormir.

—Pero debes de dormir, las niñas como tu deben ir a la cama temprano —arregló las sábanas de su hija, pero esta se destapó inmediatamente.

—¿Niña? Papá, tengo 7 años —miró al hombre con una sonrisa de superioridad, este le sonrió— Oye papá... ¿Y papá Nathaniel? —el rostro de Castiel pareció cambiar a una expresión de tristeza, aunque de inmediato quitó.

—Debe estar un tiempo más en el hospital, cariño —acarició el cabello de su pequeña.

—¿Por qué está tanto tiempo en el hospital? ¿Por qué no puede volver a casa? —la niña estaba curiosa, hace mucho tiempo que su papá estaba en el hospital y ella lo extrañaba. Aunque le molestaba mucho que la molestara con eso de estudiar para la escuela, era divertido estudiar con su padre.

Pero no entendía porqué tuvo que irse de un día para otro.

Ahora papá Castiel le ayudaba a estudiar, pero no era lo mismo.

—Estoy seguro que volverá pronto —eso siempre le decía, pero comenzaba a creer que era una mentira, de esas que sus padres siempre le habían dicho que era malo decirlas ¿Por qué ella no podía decir mentiras y sus padres sí?

—Papá, me dijiste eso la otra vez y todavía no vuelve —expresó su enojo, no le gustaba que le mintieran.

Castiel sonrió y le dio un pequeño beso en la frente a su pequeña.

—Mañana iremos a verlo ¿si? Pero ahora debes dormir —la pequeña pareció decepcionarse, aún así asintió resentida.

—Papá, ¿Me prometes que papá Nathaniel va a volver? —quería asegurarse que su padre iba a volver y que todo sería como antes. El hombre la miró con cariño, sus ojos comenzaron a picar dolorosamente con las lágrimas amenazando con salir. No tenía idea de lo que iba a pasar de ahora en adelante, tenía miedo, mucho miedo.

—Lo prometo —sus meñiques se juntaron en una pinky promise, jurando una promesa que Castiel no sabía si iba a cumplir. En cambio la pequeña casi saltó de la felicidad, estaría esperando con impaciencia a que su padre volviera.

—Buenas noches, papá —cerró sus ojos con una gran sonrisa en su rostro. Castiel sonrió.

—Buenas noches, dulces sueños —cerró la cortina de la habitación de su hija y salió del cuarto.

☀☀☀


Al día siguiente, los dos iban en el auto, con el hombre manejando camino al hospital y con su hija mirando hacia el exterior. Las canciones de Frozen sonaban en el interior del vehículo, con la pequeña como voz principal y con Castiel con voz de fondo.

Llegaron a su destino y se adentraron en el hospital, buscando la habitación en la cual descansaba pacíficamente un hombre rubio en una camilla, con varios tubos que la pequeña no sabía muy bien para qué eran.

El rostro de Castiel entristeció al ver que su amado estaba más pálido que la última vez que lo habían visto.

—Hey —llamó con voz débil pero dichosa el rubio.

Promise. «Castiel x Nathaniel»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora