4 •EL GENERAL KAKASHI

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Mi cuerpo estaba temblando, quizás el miedo, la adrenalina o qué sé yo, y ese hombre de cabello grisáceo había permanecido quieto solamente mirándome sin decir nada. Luego prestó atención a la niña en mis brazos y la revisó cuidadosamente con su linterna de bolsillo.

—Esto no se ve bien —le oí mascullar, su entrecejo estaba arrugado mostrándome su preocupación—. ¡Sai, ven aquí!

Un sujeto de piel pálida se acercó corriendo y se puso de cuclillas junto a él.

—General.

—Llévate a esta niña a la enfermería del escuadrón, está perdiendo mucha sangre y sería fatal.

—Sí, señor.

El hombre la tomó cautelosamente entre sus brazos y se alzó con ella, luego se alejó y se perdió entre el montón de gente que lloraba, y los miembros del Escuadrón de Konoha.

Me quedé viendo la escena olvidándome por momentos de que el señor de la prueba estaba todavía allí. Fue tan repentino que no pude reaccionar a tiempo pero el señor me había tomado con fuerza de mi brazo derecho y me jaló hasta ponerme de pie; mientras él caminaba me iba casi arrastrando detrás suyo.

—Oiga señor ¡espere! ¿a dónde me lleva?

Él no contestó nada, luego miré mi muñeca y me espanté, tenía una pulsera de metal sujetándome a su mano. Sólo podía ver su espalda y ese uniforme de chaleco gris con el símbolo del escuadrón. El hombre anterior lo había llamado general, me pregunté si eso significaba que este señor realmente era alguien importante.

Avanzamos dentro del bosque dejando atrás al tumulto, miré rápidamente y noté que estaban tratando de apagar el fuego, luego mis ojos comenzaron a nublarse y parpadeé en varias ocasiones para recuperar la claridad de las imágenes.

El silencio del hombre que me arrastraba al interior del bosque estaba empezando a darme miedo ¿qué quería exactamente y por qué no me decía nada?

Tras haber andado un rato, pude notar un campamento con varias carpas. Había unas antorchas en sitios estratégicos, y se veían pocas personas por el lugar. Había dos hombres vigilando y también portaban el chaleco gris.

—General —saludaron pegando su mano firme en la frente.

—Sigan vigilando, en poco tiempo llegarán las brigadas.

—Sí, señor.

Nadie decía más que esas palabras, nadie le cuestionaba nada. ¿Este señor era muy malo?

Continuó el camino hasta llevarme a una carpa, allí me metió y él junto conmigo. Me quitó el artefacto de la muñeca y lo dejó a un lado.

—Súbete a esa cama.

Tragué saliva y giré mi rostro hasta ver una camilla como las del hospital. Quise retractarme pero me ganó el temor y lo obedecí. Subí por el banquito y me senté en una orilla sintiendo el frío metal del borde y la tensión en mis hombros.

—Me vas a decir exactamente quién eres tú —dijo con un tono rudo y entrecrucé mis dedos de las manos para evitar temblar.

—Mi nombre es Saki.

—Saki ¿qué?

—Sólo Saki, soy huérfano —no pude verlo a los ojos pero no hizo falta, chistó molesto.

SAKIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora