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Beso inesperado

Al día siguiente mis ganas por levantarme eran notorias, no tenía ganas, para nada. Me desperté veinte minutos antes de sonar la alarma, y había aprovechado para darme una ducha. Me puse una blusa negra, jeans blancos y zapatillas negras. Llegué temprano al trabajo y me puse el uniforme para empezar a atender a la gente.

– ¿Llegaste temprano?– me preguntó Bombon sin poder creerlo.

– Sí, y no estoy de humor para nada.– suspiré con los ánimos por el suelo.

Seguí atendiendo a las personas hasta que el cansancio me absorbió, apoyé mis brazos sobre la barra y mi cara en mis manos.

– ¿Duermes en el trabajo?– preguntó una voz delante mío.

Me desperté de golpe pensando en que era mi jefe, pero al no verlo delante mío me alivié.

– ¿Necesitas algo o... vienes por un café?– lo miré.

– ¿Te sucede algo...?– acercó su cara a la mía con una sonrisa.

– Eh... no.– me puse nerviosa— ¿Por qué?

– ¿Por qué no sonríes?– frunci el ceño sin entender– Me gusta tu sonrisa cuando estás feliz.– fue sincero.

– Eh...– me sonrojé– ¿A qué viniste?– cambié de tema escondiendo mi rubor y mirando hacía otro lado.

– Vine por empleo, ¿está tu jefe?– se recargó en la barra.

– ¿Empleo?– asintió– Bien, enseguida.– caminé a la oficina de mi jefe.

– Linda falda.– murmuró, volteé a mirarlo y lo encontré mirándome de arriba a abajo.

– Deja de mirarme, idiota.– intenté bajar más mi falda, pero al no poder huí de ahí.
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Ya casi terminaba mi turno, estaba de la misma forma que me encontraba antes de que apareciera Butch, no había otra persona además de una señora que tomaba su café tranquila.

– ¡Adivina qué!– me asusté cuando se puso delante mío– Voy a comenzar a trabajar acá.– se rió.

– ¿Qué? Oh, felicitaciones...– me encoji de hombros– ¿Cuál es tu causa para trabajar?– fui curiosa.

– Ganarme la vida, supongo...– respondió con simpleza volteando a mirar a otro lado.

– Mm... ya casi termina mi turno, si quieres podríamos ir al parque, ¿qué te parece?– propuse algo animada.

– Oh, bueno, no lo sé...– se rasco la nuca nervioso.

– Si no quieres... no importa, tranquilo.– le resté importancia.

– Bien, tengo que irme.– me saludó con un gesto de mano y se fue.

Suspiré desanimada, qué idiota, estaba claro que el no tenía intenciones de ser mi amigo o algo así. Sólo era amable, muy amable a decir verdad.
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– Bellota...– escuché que me llamaron al salir del vestidor– ¿Quieres ir a caminar por ahí?– me invitó Mitch quien sonreía alegre.

– Um... bien, me parece bien.– sonreí, después de todo no tenía qué hacer.

– Sabes... escuché a Mike decir que Lidia se guardaba las propinas en su ropa interior.– hizo una mueca de asco. Mike, era mi jefe. Lidia, era una señora mayor que ayudaba a atender a las personas.

– Eso es raro, y asqueroso.– me reí abriendo la puerta trasera. Me quedé paralizada al ver quién esperaba detrás de esta, al mirarme se reincorporó, pero al ver quién me acompañaba no se acercó.

– Ey... ¿te olvidaste algo?– me acerqué a él.

– No... en realidad, pensé en lo de ir al parque, pero como veo que ya tienes compañía no creo que haga falta.– sonrió a medias– Nos vemos.– se dio media vuelta.

– ¿Esperaste a que terminara mi turno?– frunci el ceño.

– Eh, sí, da igual.– se encojió de hombros y comenzó a caminar.

– ¡Espera!– miré a Mitch que no entendía nada– No nos molesta si te apuntas.– intenté convencerlo.

– Oh, no, déjalo así. Sería un mal tercio.– siguió camiando hasta que se fue por completo.

– ¿Es tu novio?– fue curioso Mitch.

– No.– me sonrojé pero miré hacía otro lado– ¿Nos vamos?– recordé.
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– ¡No puede ser!– dije sin poder parar de reír.

– ¡En serio! ¡Lidia hace muchas cosas cuando nadie la ve!– se rió y suspiró.

– Y yo que pensaba que esa señora era un amor.– sonreí divertida.

– Lo es, pero también es muy decidida cuando quiere...– me sonrió.

– Como la vez que te hizo limpiar debajo del fregadero.– recordé y comencé a reír otra vez.

– No te burles, en serio la pasé mal.– se mantuvo serio pero también le daba gracia— Quién sabe hace cuánto que alguien no limpiaba ese lugar.

Seguí riendo sin hacerle caso, hasta que algo frío tocó mi nariz, al abrir mis ojos noté el poco de helado en esta y la sonrisa de oreja a oreja de Mitch.

– ¡Ey! ¡Eso no se vale!– agarré mi helado y lo acerqué a su cara, quiso esquivarlo pero di en su mejilla.

– ¿Así que quieres jugar?– entrecerró los ojos, agarró mi cara y me puso bastante helado por mi nariz y labios.

– ¡Oye!– limpié el helado de mi nariz cuando comenzó a derretirse y lo miré seria.

Sentí una mirada penetrante sobre mí y me giré para buscar a esa persona. Pero además de la señora sentada en una banca que miraba a sus hijos jugando y la anciana en otra alimentado parajaros, no había nadie más en el parque.

– Sabes... el chocolate es mi sabor favorito.– comentó Mitch y me volteé a mirarlo.

Estaba muy cerca, me sonrojé cuando comenzó a acercar su labios a los míos pero no me separé. Senti el leve roce y cerré los ojos, me besó saboreando el helado de mis labios y al ya no haber más se separó; ambos estábamos sonrojados... ¿qué acabamos de hacer?

– Yo... ya tengo que irme.– le avisé levantándome rápido de la banca y sin escucharlo me fui del parque– Maldición... ¿qué fue eso?– me pregunté con el corazón latiendo a mil por hora.

Era Mitch, mi compañero de trabajo desde que llegué a la cafetería, esto podía cambiar cómo era nuestra amistad.

Llegué a casa, y corrí escaleras arriba para despojarme de mi ropa en mi habitación, y meterme al baño a darme una ducha.


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Por ti +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora