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Su nombre

Me levanté de golpe de mi cama, estaba llegando tarde a mi trabajo. Fui al baño para darme una ducha rápida y salí a cambiarme cubierta por una toalla.

– ¡Maldición!– maldije al ver la hora en mi celular, diez y cuarto.

Me vestí simple, una blusa verde, jean rasgado y unas zapatillas negras. Bajé las escaleras a toda prisa teniendo cuidado de no tropezarme.

– ¡Hija! ¿No vas a comer?– me preguntó preocupada mi mamá, al verme ir directo a la puerta.

– ¡Llego tarde! luego como algo. ¡Te quiero!.– me despedí y salí de la casa.

Vivía con mi mamá en una casa no tan grande, pero no era pequeña. Tenía 17, me faltaba unos cuantos meses para los 18, aunque ese hecho no me emocionaba mucho. Iba a la preparatoria Saltadilla, una de las tres que había en Townsville, la ciudad en que nací.
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– ¡Llegas media hora tarde!– me regañó mi jefe– Estos son tus primeros días Matsubara, así que sé más puntual o me temo que voy a tener que despedirte.– me dio el típico sermón.

– Lo lamento... – me disculpé, no era de disculparme pero no podía perder el empleo, con mi sueldo ayudaba a colaborar en casa.

– Está bien... ve a vestirte y empieza a trabajar.– me ordenó y se marchó.

– Chica, te salvaste..– palmeó mi hombro con una sonrisa.

– Ni me lo digas, Bombon.– suspiré frustrada y caminé a los vestidores.

– Tranquila, estoy segura de que él no haría eso.– me tranquilizó Burbuja y le sonreí.

Entré a un vestidor y me puse el uniforme. Consistía en una blusa blanca, una falda negra y encima un delantal negro con el logo de la cafetería. Sí, trabajaba en una cafetería. Odiaba tener que usar falda pero no podía quejarme, me salvaba de las miradas de las personas al estar detrás de la caja; y lo agradecía bastante.

– Buenos días..

Y así comenzó mi día de trabajo, sonriendole a la persona que tenía que atender, por más que esta sólo pidiera su pedido con desinterés.
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– Ya puedes irte, Bellota. Tu turno terminó hace media hora..– me avisó.

– ¿Sí? No me había dado cuenta, nos vemos Mitch.– me despedí de él con un beso en su mejilla y fui a los vestidores.

– ¿Seguías trabajando? Si que te va mal con los horarios...– se rió.

– Lo sé...– rodé los ojos– Nos vemos mañana, Bombon.– la saludé para salir del café.

Caminé a casa sin apuro, todavía estaba de vacaciones así que no iba a la prepa, este era mi último año y eso me emocionaba.
Decidí tomar el atajo de siempre por el callejón, hasta que empecé a escuchar pasos detrás mío, apresure mi paso para perderlo pero me siguió sin detenerse. Cuando ya lo sentí cerca comencé a correr, salí del callejón sin parar y seguí; esa persona estaba siguiendome y tenía que perderla.

– ¡Cuidado!– me gritaron.

Escuché un bocinazo fuerte a mi costado, sentí como unos brazos me agarraron por la cintura y me empujó de un salto hasta el otro lado de la calle; salvándome de que me choquen.

– ¿Estás bien?– me preguntó agitado y algo preocupado.

– ¿Qué.. pasó?– apenas podía hablar, no entendía nada. Me sentía imponente a tener la mirada verdosa oscura de ese chico en mí, temblaba sin parar.

– Casí te atropellan.– me indicó el auto que había frenado a unos metros de nosotros.

Las personas comenzaban a acercarse a nosotros, el señor que conducía se bajó y también se nos acercó.

– ¡En serio lo siento! ¡no vi cuando te cruzaste!– se disculpó el chófer.

– Eh... yo, lo siento, no miré a ambos lados al estar corriendo...– me disculpé parándome despacio,  saliendo de mí trance.

– ¿Estás bien...?– volvió a preguntar el chico a mi lado, que curiosamente aparentaba tener unos 20 o más, aún así era bastante lindo.

– Sí, gracias, en serio.– le agradecí.

El sólo asintió, dio unos pasos hacía atrás y se alejó de las personas que comenzaban a rodearme.
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– Hoy... un chico me salvó.– le conté a mi mamá, enrollando los fideos en mi tenedor.

– ¿Te salvó?– dejó de comer y me miró.

– Casi... me atropellan.– suspiré, debía contarle reaccionara como reaccionara.

– ¡¿Casi?!– se sobresaltó.

– Ese chico... me ayudó. Tranquila, estoy bien.– le conté antes de que preguntara.

– Bellota... por dios, tienes que tener cuidado.— me reprochó soltando un suspiro.

— Lo siento...— bajé la mirada a mi manos.

— ¿No lo invitaste a almorzar?, después de todo te salvó la vida.– se levantó llevando su plato para lavarlo— La vida de mi pequeña...

– Fue raro, sólo me preguntó cómo estaba y se fue.– frunci el ceño al pensarlo.

— No quiero que te llegue a pasar nada, eres lo único que me queda, ¿qué haría  sin ti?— se acercó a mi lado y me acarició la mano.

– Lo sé. Estaba corriendo y no miré hacía los lados...– suspiré.

– Bien, cuídate, tengo que ir a trabajar.– me dio un beso en la frente y se fue.

Lavé mis cosas y subí a mi habitación, decidí dormir un poco al no tener nada que hacer.
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 Fui al baño al despertarme, me refresque y me puse ropa deportiva. Bajé abajo y busqué la correa de Bruno, mi perro labrador negro; era hermoso y tenía ojos verdes.

– Vamos Bruno...– palmeé mi pierna para que venga hacia mí e hizo caso. Le enganché su correa en el collar y salí de la casa rumbo al parque. Estaba algo nublado pero hacía un poco de calor, perfecto para pasearlo.

– Bien, Bruno... llegamos.– suspiré.

Caminé por el parque sintiendo el aroma a flores, había bastantes. Estaba tranquila hasta que el ladrido de una perrita chiquita llegó a mis oídos, Bruno enloqueció y se me soltó.

– ¡Bruno!– intenté llamarlo, pero siguió corriendo.

Comencé a correr siguiéndolo, pero me choqué con un señor.

– Perdón.– me levanté rápidamente sin verlo y seguí corriendo.

Cuando pensé que se había perdido, vi el chico de hoy, que no sabía su nombre, él lo acariciaba.

– Bruno... no vuelvas a hacerme eso.– lo regañé soltando un suspiro de alivio.

– ¿Es tuyo?– me miró.

– Sí..— murmure— Tú eres el chico de hoy, gracias, de nuevo.– sonreí, era tan lindo– Puedes decirme loca, pero la verdad, ustedes dos se parecen mucho...– los miré y eran iguales, sólo que Bruno es un perro.

– Algo, aunque no soy un perro.– se rió y se levantó.

Mierda, casi me derrito al escuchar su risa, condenamente sexy era este tipo.

– Um... soy Butch.– se presentó.

– Yo Bellota.— me presenté igual— Bueno... un gusto conocerte, pero me tengo que ir.– agarré la correa de Bruno.

– Claro.– se despidió y se alejó.

Dejé de mirar su recta espalda y me di vuelta para volver a casa.

– Gracias Bruno..– le agradecí por hacer que me encuentre otra vez al chico, y por que ahora sabía su nombre.


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Por ti +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora