El otro niño

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Neville Longbottom se despertó empapado en sudor. Los gritos de sus padres seguían resonando en su cabeza. Un grito mucho más terrenal lo devolvió a la realidad.

—¡Neville! ¡A desayunar! ¿Es que no sabes qué día es hoy? —le gritó su abuela con su mal humor habitual.

El muchacho salió de la cama y se dirigió a la cocina. Por una vez su abuela había preparado el desayuno. Nada especial, solo un bol de leche con cereales y unas tostadas con mermelada de ciruela. Normalmente era él quien lo preparaba para los dos.

—Muchacho, come rápido o todavía perderás el tren. He dicho come rápido, no como un cerdo ¿Es que no has aprendido nada todos estos años con tu abuela?

—Sí abuel...

—¡No hables con la boca llena! —le cortó su abuela—. Ay Merlín, ¿Cuándo empezarás a ser un muchacho de provecho como tu padre? —Neville abrió la boca para responder pero volvió a cerrarla enseguida y siguió masticando la tostada.

Neville acabó su desayuno y se dispuso a fregar su bol y la taza de su abuela como cada mañana.

—Deja eso —le dijo su abuela sacando la varita. Con un golpe seco abrió el grifo y todos los cacharros se metieron solos en la pica donde el estropajo empezó a lavarlos—. Esta mañana tienes cosas más importantes que hacer. Ve a vestirte y revisa tu equipaje, y acuérdate de darle de comer a ese sapo. Ya te he dicho que si se te escapa es porque no le das suficientes moscas.

—Sí abuela.

Neville notó que su abuela estaba rara, incluso más que cuando llegó la carta de Hogwarts. Todos esos años pensando que era un squib y ahora resulta que era un mago. Su abuela no sabía cómo sentirse, y desde luego el propio Neville tampoco. Hacía tiempo que había renunciado a querer convertirse en auror como sus padres ¿Cómo iba un squib a ser un auror? Todo había cambiado tan deprisa. Hasta hacía dos semanas su abuela le decía que a lo más alto a lo que podía aspirar era ser bibliotecario en Hogwarts o para el Ministerio, y aun así ya había intentado prepararlo para ello. Le había comprado montones de libros sobre magia, criaturas y hechizos, algo con lo que como squib podía soñar pero nunca podría tener. Una vez leyendo Las Grandes Hazañas de Merlín se enteró como algunos muggles caballeros del pasado tenían escuderos que los acompañaban en sus hazañas y Neville soñó que se convertía en el escudero de un poderoso mago del pasado. Pero ahora que había llegado su carta de Hogwarts, los sueños de Neville llegaban mucho, mucho más lejos.

—¡Neville! —otra vez la voz de su abuela lo hizo bajar de la escoba y lo devolvió de bruces a la realidad— ¿Qué haces aquí parado? ¿Has acabado de revisar tu equipaje?

Neville estaba de pie con la caja abierta que contenía la vieja varita de su padre. Su mente, que hacía dos segundos había estado combatiendo duendecillos de Cornualles en un castillo de Camelot, tuvo que esforzarse para comprender la pregunta de su abuela.

—Mmm, sí abuela —Neville, echó un vistazo a su alrededor, su equipaje seguía medio desperdigado por fuera de la maleta—. Bueno, creo... no estoy seguro.

Neville se quedó esperando la respuesta furiosa de su abuela pero no llegó.

—Neville, muchacho, tienes que espabilar. Tu abuela no va a estar siempre sacándote las castañas del fuego. En Hogwarts no me vas a tener a tu lado y tendrás que salir a delante solo. No te quiero negar que me preocupas, a tu edad tu padre ya apuntaba a que iba a ser un gran mago ¡La de accidentes que tuvimos en casa a causa de su desatada magia infantil! Y tu... bueno... siento haber pensado que eras un squib pero comparado con él... —su abuela no terminó la frase, una lágrima le asomaba en los ojos—. En fin, te he comprado algo.

Su abuela le puso una esfera en la mano.

—Es una Recordadora. El humo de dentro se vuelve rojo si te olvidas algo. Comprobemos si funciona bien —con un movimiento de varita devolvió todo lo que tenía esparcido a su maleta, incluida la varita que Neville aun sujetaba en la mano izquierda— ¿Olvidas algo?

La recordadora se puso roja al instante.

—Puede... —Neville intentó recordar que se estaba dejando— Pero no sé el qué.

El rostro de Augusta Longbottom volvió a su dureza habitual.

—¡A Trevor, Neville, a Trevor! Ya le he dado de comer. Coge la maleta y recógelo, está abajo.

—Sí abuela.

Neville obedeció a su abuela, aunque pronto volvió a perderse en sus tribulaciones. No es que odiara que su abuela lo comparara con su padre, lo que a él le molestaba era sencillamente la presión constante de su abuela por triunfar. La abuela siempre le decía que la gente esperaba grandes cosas de un Longbottom, y más aun de él, el hijo de los mejores aurores del Ministerio. Neville no estaba seguro que sus padres fueran los dos mejores, pero desde luego habían sido buenos. No había llegado a conocer a sus padres antes de que ingresaran en San Mungo, pero todo el mundo le hablaba de lo nobles y valientes que habían sido en la guerra. Ahora Neville estaba decidido a ser mucho más que un bibliotecario. Su abuela le decía que probablemente acabaría en Hufflepuff, pero él estaba dispuesto a ser tan valiente como sus padres. Entraría en Griffindor y le demostraría a su abuela que...

—Neville, ¡Neville! —su abuela volvió a interrumpir sus pensamientos— ¿Dónde está tu sapo?

El chico estaba de pie frente a la jaula vacía. La había abierto para llevarlo en la mano pero se había despistado pensando en sus padres y...

—Lo he perdido abuelita —confesó Neville.

Su abuela se llevó la mano a la frente y la otra a la varita. Hizo un leve giro y Trevor apareció flotando por la puerta de la cocina.

—Sé que estás nervioso por tu primer día en Hogwarts Neville, pero como te he dicho antes... ¡Espabila! —la última palabra se quedó resonando en la mente de Neville como si abuela quisiera que se la marcara a fuego en el cerebro— Florence ya ha cargado el resto de tu equipaje en el coche. Nos vamos ya a King's Cross.

Había pasado ya una semana desde que su nieto Neville se había ido a Hogwarts. Echaba de menos al tarambana de su nieto. A veces sentía ser tan dura con el muchacho pero sabía que tenía potencial. Era un Longbottom, sus padres habían sido dos grandes aurores y por supuesto era su nieto. El muchacho había demostrado buena aptitud con los libros aunque él no parecía darse cuenta. Aunque claro siempre parecía tener la cabeza en las nubes. Recordó la última vez que había visto a su nieto, poco antes de subir al Expreso de Hogwarts. Había vuelto a perder a su sapo ¿Cómo podía ser tan despistado? Augusta rio, en realidad su padre había sido igual. De camino a la cama, pasó por delante de la habitación de Neville. Abrió la puerta esperando verlo allí dormido, pero la cama estaba vacía. Había una tenue luz rojiza en un rincón de la habitación.

—Oh Neville —dijo Augusta Longbottom recogiendo la Recordadora de su nieto.

—Oh Neville —dijo Augusta Longbottom recogiendo la Recordadora de su nieto

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El otro niño (One-shot Harry Potter)Where stories live. Discover now