Prólogo

14 2 0
                                    

Mis músculos se tensan al despertar.

Siento que estoy recostada sobre algo suave y más o menos esponjoso. Me relajo al identificar que estoy sobre una cama que podría ser la mía pero frunzo mi ceño al sentir un olor diferente.

Olor a químicos.

Decido concentrarme más en mi olfato.

Un momento... este es el típico olor a hospital.

Mi ceño se frunce aún más y decido abrir mis ojos lentamente pero una fuerte luz me cega causando que los cierre de nuevo.

Una vez más, intento abrirlos, pero esta vez lo hago lentamente y parpadeando de a poco.

Cuando logró acostumbrarme a la luz, veo paredes completamente blancas.

Giro mi cabeza y veo que a mi costado hay una mesita y, sobre esta, hay una pequeña botella de agua.

Mi garganta pide a gritos que algún líquido pase por ella, así que decido mover mi brazo izquierdo para intentar tomarla.

Mierda.

Un pinchazo en mi mano me detiene y dirijo mi vista hacia esta.

Abro mis ojos más de lo normal al ver una aguja insertada allí, la cual tiene cinta sobre ella para que no se mueva.

Sigo con mi vista el tubo que esta conectado a la aguja y veo una bolsita la cual tiene dentro algo en forma líquida que a simple vista parece agua.

Lo diré de nuevo.

Mierda.

Mi vista pasa del suero hacia la puerta de la habitación la cual está siendo abierta.

Una mujer de mediana edad con chaqueta blanca me regala una pequeña sonrisa de color carmín.

—Hola Alitza, has despertado.

Mierda. Mierda y más mierda.

No Me SalvesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora