Capítulo 3

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Mamá me levanto del piso rápidamente y me guió afuera de mi casa.

—¿A donde vamos?— le pregunté lentamente.

—Al hospital— me respondió sin una pizca de sentimiento en su voz.

Me sento en el coche, dio la vuelta y se subió en el asiento del conductor para luego arrancar.

Luego de un camino completamente silencioso, llegamos.

Ambas bajamos del auto, tomo mi mano y me guió dentro del hospital.

Una enfermera joven nos llevó hasta una habitación en donde había todo tipo de aparatos.

—Hola, soy la doctora que te va a atender— me sonrió una mujer de mediana edad con labios rojos — acuestate en la camilla.

Camine lentamente hacia donde ella me indicó y con su ayuda, ya que estaba bastante mareada, me recoste.

Mi madre se encontraba al pie de la cama y eso me hizo sentir segura.

—¿Como te llamás?— me preguntó amablemente una enfermera que se encontraba detrás mío, en la parte donde se hallaba mi cabeza, causando que tenga que girar los ojos hacía atrás para poder observarla.

Abrí mi boca despacio y suavemente hable.

—Alitza.

Mientras hablaba, mis ojos, un poco entre cerrados, giraban sobre toda la habitación en la cual había enfermeras y, por supuesto, la doctora.

—Bien Alitza— hablo de nuevo la misma voz que se encontraba detrás mío— te pondré esta sonda por la nariz para poder sacar lo que te intoxico.

Me mostró un largo tubo.

Yo sólo asenti.

Antes de ponermelo, la enfermera le pasó a la doctora la sonda y esta última me la midió: desde el estómago hasta la garganta y nariz.

Luego, indicandole cual era la medida exacta, se la pasó de nuevo a quien iba a colocarmela.

Pero, antes de introducirla, acercó a mi orificio izquierdo un pequeño envase que dentro contenía algo rojo y pegajoso.

—Esto hará que la sonda entre más fácil por tu nariz.

Coloco un poco de eso que no sabía que era, lo cual me incomodó bastante ya que eso hacía que no entrara el aire por mi nariz.

—Bien, cuando te avise, traga.

Empezó a pasar el tubo pero antes de que llegara a mi garganta y pudiera tragar, se quedó trabado y no pasó.

Intento un par de veces más, causando que mi cara se deformara del dolor que eso me producía.

—No entra— se dirigió hacia la doctora— intentaría pasarla por su orificio derecho pero tiene un piercing y...

No deje que continuará ya que levante mi mano como pude y me lo saque dandoselo a mi madre.

La enfermera cambió de orificio y comenzó a hacer fuerza para que entrara en el derecho.

Y, por fin, la sonda entró.

La sentí querer pasar por mi garganta.

—Traga— me habló la mujer de blanco.

Comencé a tragar mientras apretaba fuertemente los ojos debido a que sentía como si mi garganta estuviera siendo desgarrada desde adentro.

Las lágrimas caían como cascadas y, aunque intentaba, no podía pararlas, era como si tuvieran vida propia.

No Me SalvesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora