Ha pasado más de un mes desde que enterramos a mi padre, pero mi madre no levanta cabeza. Y eso me preocupa. Se ha quedado como en estado de catatonia.
Apenas come, apenas bebe, apenas habla, cuando se levanta por las mañanas se baja al salón y se queda ahí con la foto de su boda abrazada en el regazo llorando silenciosamente. Por las noches grita el nombre de mi padre llorando desesperada y mi hermano comienza a llorar asustado, así que voy y lo abrazo hasta que se duerme y luego intento tranquilizar a mi madre. La ayudo en todo lo que puedo, limpio, friego, lavo y plancho la ropa, cocino, pago las facturas, pero todo esto se me está haciendo cuesta arriba, no puedo estar pendiente de la casa, de mi hermano y de mis estudios de piano todo al mismo tiempo. No he vuelto a ir desde que murió mi padre y tampoco he vuelto a tocar ni una sola tecla. He perdido las ganas. El dinero se acaba y no sé cómo hacer frente a eso.
Es un nuevo día y voy a la habitación de Diego para despertarlo.
Pobrecito, está sufriendo tanto con todo esto. Solo tiene seis años y ya lleva una gran carga emocional. Tiene ojeras bajo los ojos de su bonito rostro infantil. Le acaricio la mejilla y le aparto el pelo de la cara. Un par de preciosos ojos grises oscuros iguales a los míos me miran brillantes.
—Hora de despertar, dormilón, vamos a llegar tarde al colegio.
—¿Dónde está papá? —me pregunta con cara triste y yo intento contener las lágrimas haciendo grandes esfuerzos.
Me siento en la cama, lo cojo y lo siento encima de mí.
—Está en el cielo.
—¿Por qué nos ha dejado?
—No nos ha dejado, él está allí arriba cuidándonos y queriéndonos mucho.
—Pero yo le echo de menos, quiero que vuelva —sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas.
—Y yo, pero no puede volver, Diego. Es algo imposible.
Asiente resignado.
—Pero por las noches, cuando sientas que lo echas mucho de menos mira al cielo, piensa que él te está mirando, y dile cuánto le quieres. Le quieres mucho ¿verdad que sí?
—Le quiero mucho —dice con un puchero.
No puedo ver a mi hermano así, me parte el alma. Le abrazo y le beso la frente. Y lloramos a nuestro padre los dos en silencio hasta que llega la hora de irse a la escuela.
Cuando llego a mi casa, mi madre no está sola. Mi tía Erica la acompaña y no trae buena cara. La saludo y hace que me siente a su lado.
—Cariño, me temo que tengo malas noticias para vosotras.
Suspiro
—¿Qué pasa ahora?
—Se trata de esta casa.
—¿Qué ocurre con ella?
—El banco la va a embargar.
Me levanto del asiento sorprendida.
—Pero... ¿Cómo que el banco nos la va a embargar? No puede hacer eso, nosotras hemos pagado todas las facturas.
Mi tía se levanta y viene a mi lado, sujetándome por el hombro.
—Cielo, no es por vosotras. Es por tu padre. Pidió varios préstamos al banco, cantidades sumamente grandes —me tiende un papel que supuse que era una carta del banco—. Y no los ha devuelto. El banco os embargará, a no ser que podáis pagar el dinero que se os pide.
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Serás mi luz siempre
RomanceUna historia de amor que apasionará a sus lectoras, con unos personajes maravillosos y una prosa fantástica. Una novela de amor y superación. La vida de Lucía siempre ha estado ligada al mundo de la música, una pasión que su padre le ha inculcado de...