Capítulo 3: Conociendo a los De la Vega

1 0 0
                                    


Nunca antes había visto la famosa mansión, pero ahora que la tengo frente a mí, me corta la respiración. Realmente es impresionante. Tiene dos plantas con enormes ventanales enmarcados con madera blanca, y está construida con piedras de color gris claro. El tejado es oscuro y de pico. Me quedo parada en el camino que lleva hacia la enorme puerta de madera de la entrada, mirando la mansión embobada. Pero sus alrededores no son para menos, la mansión está en un pequeño claro, pero rodeaba por un espeso bosque que se extiende hasta donde me alcanza la vista.

—Es imponente, ¿eh? —dice el chófer dejando mi maleta a mi lado.

—Es muy bonito.

—Toda la gente se queda con esa cara la primera vez que viene o que pasa por el camino. Por las noches es terrorífica.

Lo miro con los ojos abiertos de par en par, imaginando el aspecto que debe tener la mansión por la noche. Pero él se limita a reírse y se encamina hacia la entrada. Yo le sigo en cuanto arrastro mi maleta. Subimos las escaleras que hay para acceder a la puerta y me invita a pasar al interior. Accedo y entro en la misteriosa mansión. Me sobresalto al oír cerrarse la puerta detrás de mí y pego un bote del susto.

—Tranquila, chica, no te van a morder... todavía —me dice el chófer mientras pasa por mi lado y desaparece por el pasillo de la izquierda.

Vaya, qué cortés. Me deja sola en medio de un enorme vestíbulo sin saber qué hacer o dónde ir y nadie que venga a recibirme. Pero es normal, ¿quién va a esperar a una criada?

El suelo del vestíbulo es de mármol blanco y brillante con figuras geométricas en el centro de la estancia, en negro. De cada lado salen unas blancas escaleras y hacen curva juntándose en el piso superior. Es muy lujosa y moderna. Las lámparas de araña, los adornos, los muebles negros, todo me sorprende, porque por su aspecto exterior piensas que será una mansión antigua sin ningún lujo o comodidad, pero estaba equivocada. Es magnífica. Se oye un ruido lejano que me saca de mi embobamiento. Pasos. Cada vez más cerca de mi posición. Miro hacia el pasillo de la izquierda y veo venir a una chica un poco mayor que yo, tocándose su melena rubia sin parar y mirando por las cristaleras hacia el bosque mientras se acerca. Tiene un cuerpo perfecto y andares de modelo. Cuando está a unos metros de mí sus ojos verdes me miran con una expresión que no sé descifrar.

Se acerca más y me escudriña de arriba abajo, como acusadoramente.

—¿Quién eres? —pregunta enarcando una de sus perfectas cejas.

—Hola, soy Lucía. La nueva empleada —digo con una sonrisa tímida, lo más amablemente posible. Le tiendo una mano.

La mira con asco y la ignora.

—No quemarás mi ropa cuando la planches ¿verdad? No tienes pinta de ser experta en esas tareas. No queremos empleadas inútiles.

—Soy joven pero no ignorante. Sé hacer muchas cosas, estarán contentos conmigo.

—Eso espero. Estoy harta de sirvientas incompetentes.

Y tras decir esto, se marcha por el pasillo de la derecha sin decirme a dónde ir. Y yo estoy parada allí como una estatua, aún con mi mano rechazada extendida hacia la nada. Decido coger mi maleta y encaminarme por alguno de los dos pasillos, visto que nadie me esperaba. Camino por el de la izquierda, por el que había aparecido esa chica tan insoportable. ¿Será una de las hijas?

Hay muchísimas puertas enormes y no sé cual abrir. El lateral del pasillo, el que da a la calle es prácticamente de cristal en su totalidad y tiene unas vistas preciosas al bosque y a un camino. Pero no me entretengo mucho en esa espectacular visión y sigo avanzando hasta la última puerta al final del pasillo. Allí me detengo dudando en abrirla. ¿Y si dentro están los De la Vega? No sería muy educado por mi parte. Así que decido volver al vestíbulo.

Serás mi luz siempreWhere stories live. Discover now