Los muros blancos pintados con cal que señalaban la entrada al rancho de los flores pareció brillar bajo los faros, tras un rato llamando y ver que ningún mozo salía a recibirnos me temí lo peor, toco gritar un buen rato para que alguien saliera de la casa de huéspedes a solos unos cuantos metros. Las luces se encendieron en el piso de arriba y una figura se aproximó en la oscuridad. Los padres de Ernesto habían muerto y desde entonces la propiedad había pasado a su tío, la compartía con sus sobrinos.
— ¿Cómo está él?—Pregunto Ruth al ver que Arturo salía de la habitación donde habían dejado a Ernesto para que pudiera descansar.
El tío Arturo era un hombre de larga nariz y bigote, desde muy niño lo conocía y le tenía afecto y respeto, en varias ocasiones me había invitado a pasar temporadas en la finca, por el recuerdo de los viejos tiempos.
Ruth parecía agradarle, de modo que la tranquilizo antes de hablar.
—Está muy lastimado, pero todo parece ser superficial.
Tranquilice a Ruth hasta que consiguió quedarse dormida en el sillón de la sala, adornada con cabezas disecadas en el muro este que eran el orgullo de las cacerías realizadas por casi todos los miembros de la familia Flores, desde venados hasta toros. Le hizo gracia verla dormir, enroscada como un cachorro. Ruth era mi novia y deseaba presentársela a mis padres al momento del encontronazo, después de pasear por el lago, el tío Arturo escucho la historia en silencio, pues era uno de esos solitarios de pocas palabras, sin embargo, era difícil no valorar su sabiduría.
—Le gustara mucho a tus padres, chicas así escasean hoy en día.
— ¿Es cierto eso de que las heridas de Ernesto son superficiales?
El tío Arturo apenas se distinguía en las sombras del pórtico de la casa de huéspedes, pero vi que negaba con la cabeza.
—Es importante que no le digas esto a tu novia, no quería asustarla, pero sus heridas parecen de cuchillo.
— ¿Estás seguro? ¡A mí me parecía que lo había atacado un animal!
Algo en mi expresión lo hizo volver a corregirse.
—No fue un monstruo, solo fue un animal distinto. Quizás si fue un cuchillo, uno pequeño y más corto de lo normal.
— ¿Cómo un cuchillo para cortar raíces?
Nunca había hablado de esto con otro que no fuera un amigo de mi padre, dueño de una pequeña finca no muy lejos del lago, pero se habían suscitado diferentes roces con los lugareños, unas cuantas vacas, chivos y perros habían desaparecido, algunos encontrados a las orillas del rio, ahogados o muertos a pedradas, y habían empezado a correr rumores contra mi padre y sus capataces. La superstición había gatillado pequeñas amenazas verbales.
Y hacia dos semanas uno de sus trabajadores había sido golpeado durante la noche, no pudo ver a los responsables, pero habían dejado claro en sus palabras que no querían que mi padre estuviera ahí, que vendiera la finca y se devolviera a la ciudad, donde estaban otros para seguirle el juego sucio.
Arturo me escucho en silencio, claramente afectado por estas palabras, había nacido en la comunidad y debía ser difícil escuchar de semejante actitud de quienes fácilmente podían ser sus vecinos y amigos cercanos. No esperaba que me diera una opinión sincera, y no la ofreció, se limitó a regresar con su sobrino.
— ¡Tranquilízate!—Lo escuche gritar, un momento después, algo de vidrio se rompía contra la pared.
No quería dejar a Ruth sola y sabía que Arturo podía dominar fácilmente al muchacho, pero mis pies se movieron solos y termine atravesando con dificultad el umbral de la enfermería.
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En lo profundo del lago
HorrorUna noche, mientras nuestro protagonista avanza por el camino con el hermoso panorama del bosque y el lago, descubre a un viejo amigo bastante mal tratado, al borde de perder la cordura, balbuceando palabras incoherentes. Lo que el protagonista igno...