Al abrir los ojos, el primer impulso fue el de vomitar, una pestilencia peor que la de la cámara de los muertos abrumo mi cerebro, quemando mi nariz y secando mi lengua, un olor agrio y agresivo, el aroma del vinagre y de la suciedad. Intente correr, el dolor me hizo saber que mi cuerpo estaba asegurado en una especie de cama de metal, con las muñecas y los tobillos atados con tiras de cuero sin curtir.
Los adoradores estaban reunidos en una tarima escarbada en la roca, Ernesto nos había dicho que la luz les resultaba molesta, la luz de su gran hoguera subterránea parecía ofrecerles un candor más agradable que el del sol, adecuadamente tenue. Aullaban y saltaban en éxtasis, obedeciendo los tonos altos y bajos de un atrevido cantico onírico que se extraviaba en nuestros oídos. Si no eran los adoradores quienes cantaban ¿Quién lo hacía?
— ¡Es bueno verte despierto!
Me sacudí con fiereza, deseando partirle la cara a Arturo, quien había aparecido, iba con una túnica negra de mangas doradas. Había estado de pie frente a un pulpito trabajado a partir de una estalagmita de la caverna y leía un grueso libro de tapas de cuero.
— ¿Qué estás haciendo, Arturo? ¿Y dónde está Ruth?
—Sigo pensándolo, esa chica es una en un millón. Y ahora, mi señor podrá también disfrutar de semejante monumento. Pero no te preocupes, prisionero, una vez que termine con ella, los profundos probaran tu carne.
Arturo no estaba en sus cabales, su mirada y sus actitudes lo decían, ya no pensaba ni actuaba como lo había hecho alguna vez. Parecía encontrarse en medio de un delirio, pues miraba a aquellos peces deformes con algo parecido a la admiración ¡Ansiaba estar en comunión con su dios blasfemo, tal y como ellos lo hacían!
Con una breve sacudida, conseguí liberar uno de mis pies y montarlo sobre la cama de hierro, a fin de disimularlo, lo mismo pasó con el otro, pero debía continuar distrayendo a Arturo, hacerlo hablar y dar vueltas por la tarima superior, para que así no detectara el movimiento de mis manos. El cuero podrido, grasoso y maltratado por la sangre y el óxido se notaba cada vez más endeble.
—Esos monstruos ¿Son tus sirvientes?
—Todos somos sirvientes del maestro—Gruño Arturo. —Ellos me contactaron hace años, cuando tenía tu edad, deseaban un ayudante que pudiera caminar bajo la luz del sol que ellos no son capaces de soportar por su evolución submarina; alguien que pudiera salvarlos.
— ¡Dirás ayudarlos a destruir la superficie con explosiones controladas!
—Oh, no. Eso solo es una pequeña parte del gran plan. Si no fuera por el estúpido de tu padre esa dinamita no sería tan necesaria ¿No es él quien desea construir un gran canal que abastezca agua a todas las fincas de este lado del estado? Bien, yo he sido quien se ha encargado de difamar ese plan, no deseo que eso ocurra ¡Ese maldito canal seria la ruina de mi señor!
Casi había terminado de liberar mis manos cuando Arturo se giró para mirarme.
—La gente no lo sabe, solo unos pocos albañiles y geólogos, pero el sistema de cuevas debajo del lago se conecta con casi todos los ríos subterráneos de por aquí, y si tu padre hace volar aunque sea la más pequeña carga de dinamita en ellos, este lugar quedara sumergió bajo las aguas. Puede que mis amigos alguna vez fueran como peces, que nadaban sin cuidado en sus ciudades bajo el mar, pero la evolución los ha convertido en la estirpe que son ahora, despreciados por sus semejantes, si las aguas llegan a subir, morirán ahogados sin remedio.
—Estás loco ¡Has estado alimentando a esos desgraciados con personas inocentes!
—Al principio sí, aquellos despreciados por nuestro señor se convertían en el alimento de sus fieles siervos, pero las cosas han cambiado, el señor no desea otra carne que la carne de las doncellas, y sus adoradores muestran el mismo recelo en consecuencia.
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En lo profundo del lago
HorrorUna noche, mientras nuestro protagonista avanza por el camino con el hermoso panorama del bosque y el lago, descubre a un viejo amigo bastante mal tratado, al borde de perder la cordura, balbuceando palabras incoherentes. Lo que el protagonista igno...