La preocupación que había invadido el cuerpo de Frank Sullivan rápidamente se convertía en enojo. Había pasado casi catorce horas de terror puro al no saber nada de la luz de sus ojos, de su pequeño jefecito, de su amado hijo...sólo para darse cuenta que éste se había ido de fiesta y ahora destilaba alcohol por los poros.
John ahora yacía sobre el sofá de su casa, durmiendo como un lirón...como un bebé quien no tiene ni una sola preocupación en la vida...ya se encargaría él y su cinturón al día siguiente de que toda la preocupación le llegara de golpe.
El día de Frank había comenzado siendo muy placentero. Hacía ya un año que se había jubilado de su puesto como bombero y había decidido servir de pequeñas formas a su comunidad. Su amada Julia todavía trabajaba como enfermera por lo que Frank pasaba sus mañanas solo en casa, a veces llevando a John a su entrenamiento en la academia de policía.
Por muchos años Frank había sabido que su Johnny no seguiría los pasos de su padre y abuelo y se convertiría en un policía...y él le apoyaba. John Sullivan sería uno de los mejores policías que Nueva York habría visto, así como su padre y abuelo habían sido los mejores bomberos de la ciudad.
Con una limonada en mano a buenas once de la mañana, Frank se sentó en su porche y recordó buenos tiempos. A veces pensaba que se había jubilado demasiado pronto, pero tal vez de eso se trataba...de poder disfrutar la juventud que sus huesos todavía tenían sin preocuparse de que un techo en llamas caería sobre su cabeza.
Tan inmerso en sus recuerdos y pensamientos estaba que casi no ve el torbellino que entró hecho una furia a casa. Al escuchar el azote de la puerta principal, Frank dejó su vaso sobre la mesita y se dirigió hacia la furia contenida en un cuerpo de veinte años.
"Hey, jefe, qué sucede?" Preguntó, al ver los ojos acuosos, aunque sabía que esas lagrimas eran más de furia que de dolor...un vago recuerdo de los berrinches que hacía en su niñez y adolescencia.
"Nada." Espetó en tono seco, sentándose en el sofá y cruzándose de brazos.
Frank no había ni terminado de abrir la boca cuando el teléfono sonó, haciendo que John jadeara en molestia y, si fuera posible, sus labios se formaran en un puchero. Frank sintió un poco de molestia ante la actitud de su retoño, pero decidió dejarlo estar y se dirigió hacia el aparato aquel.
"Halo?" Contestó, observando cómo John intentaba y fallaba en ser discreto y ver hacia su padre. "¡Hola, Satch!" Saludó a su amigo de toda una vida.
El ceño de John se endureció, poniéndose de pie en un brinco. "Claro! ¡Ya sabía que Satch es un CHISMOSO!"
"John!" Frank no podía creer lo que había escuchado, "Satch, discúlpame un momento." Sin dudarlo, puso el auricular sobre la mesa y caminó hacia su hijo. "¿Pero qué te pasa, muchachito?" Rápidamente, le tomó de la oreja y lo acercó a el, "¡Le vas a pedir disculpas a tu Tío Satch ahora mismo!" Con eso, impulsó a su hijo con una sonora nalgada hacia el teléfono.
John por lo general era un muchacho tranquilo y complaciente, sí, había una pisca de picardía y juguetón, pero nunca era así de malcriado. Frank vio a John tomar el auricular y llevarlo hacia él, por un minuto se sintió complacido al creer que su hijo se disculparía como él y Julia le habían educado. Grande fue su sorpresa cuando John tomó el auricular y, "¡CHISMOSO!" con esas palabras dejó caer el teléfono con fuerza.
Por unos segundos Frank estaba completamente paralizado, sorprendido de ver esa pésima actitud en su hijo. Sintió su enojo aumentar en segundos, y sin pensarlo dos veces, sujetó el brazo de su hijo y dejó caer dos fuertes palmadas.
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JEFECITO DE MI CORAZÓN
RandomAdvertencia: esta historia NO es mía y está publicada en otra cuenta. Con el permiso de la dueña del regalo @bellaartimania y de la increíble autora del mismo, @Gameca89, es que publico esta hermosa historia en mi cuenta. Verdad que no puede quedar...