Ambos padres no podían creer lo que miraban. Si algún otro les hubiera dicho que John entraría algún día oliendo a una destilería, desalineado, y riendo y gritando como un loco le hubieran llamado loco. Pero por ahora, ambos padres estaban estupefactos, hasta que la enfermera en Julia se hizo paso y corrió a socorrer a quien miraba como un moribundo, dándole órdenes a Frank y llevando al muchacho hacia el sofá que no hacía más que tratar de empujarla.
“Tranquilo, Johnny,” le dijo ella, mientras Frank traía un recipiente para el vómito. “Vamos, lo mejor será que expulse su contenido estomacal, de esa forma evitaremos que llegue más alcohol a su torrente sanguíneo y le afecte aún más.”
Frank asintió, aunque él hubiera dejado que la resaca del día siguiente le sirviera como escarmiento…eso y la tremenda zurra que le esperaba. Más, por otra parte, sólo podía dar gracias al cielo de que su hijo estaba sano y a salvo en casa.
Veinte minutos luego, Johnny dormía tranquilamente en el sofá, con Julia sentada en el sofá opuesto viéndolo fijamente, una mescla entre madre preocupada y enfermera dedicada. Y él, él estaba parado contra el marco de la puerta, brazos cruzados, sintiendo cómo toda la preocupación que había sentido con anterioridad se transformaba en enojo mientras su mente recorría una y otra vez los hechos que los habían llevado a este punto.
“Deberíamos ir a la cama.” La voz de Julia hizo que se sobresaltara un poco, haciendo que sus ojos se despegaran de su niño hacia su amada esposa.
“¿Qué?” La pregunta salió de sus labios sin que su cerebro procesara sus palabras, como un inculto que habla por hablar.
“A la cama, amor. Deberíamos ir a descansar. Mañana será un día…” No terminó la frase, sólo suspiró y lo observó por un momento. Luego, se levantó de su asiento y caminó hacia su esposo, envolviéndolo en un abrazo y besando su hombro.
La furia de Frank disminuyó un poco, y en ése momento supo que lo mejor sería retirarse de la ecuación. Su enojo era tal que el impulso de despertar a su hijo a punta de nalgadas era algo muy tentador. Sin embargo, dejó que el dulce perfume de su mujer lo tranquilizara y, sin saberlo, lo había seguido hacia su recámara, sentado en su cama mientras su esposa le masajeaba los hombros sin decir una sola palabra.
No supo cuándo se había dormido, pero antes de siquiera abrir sus ojos escuchó la voz seria de su mujer. Aparentemente, ésta se había despertado antes y por el tono era evidente que estaba diciéndole a Johnny justamente lo que pensaba de su escapada la noche anterior, aunque no podía entender ni una palabra de lo ella decía.
Con un gruñido, pasó su mano por su rostro y abrió pesadamente sus ojos al escuchar el tono molesto de Johnny. Tal parecía que su hijo no había captado la gravedad de lo que había pasado. Por un minuto contempló el hacerse el loco y dejar que su esposa se encargara del chiquillo, pero luego de escuchar el tono elevado de ambos decidió que debía intervenir.
“-lo que se me plazca!” Fue lo primero que escuchó al abrir la puerta de su recámara, haciendo que apresurara el paso y tomara el cinto que estaba en la silla junto a la puerta de su habitación.
“¡Claro que no, jovencito!” Contestó Julia, evidentemente molesta, “¡Mientras vivas en esta casa nos respetas!”
“¡Ah, claro! ¡Si quieres me largo, Julia!”
Pero es que realmente su hijo se había vuelto loco. Apresuró su paso mientras doblaba el cinto en dos, asegurándose que la hebilla quedaba segura en su mano, pero justo cuando bajó la última grada, paró en seco.
PLAS
“AAY!”
“A mí me respetas!” PLAS PLAS PLAS
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JEFECITO DE MI CORAZÓN
DiversosAdvertencia: esta historia NO es mía y está publicada en otra cuenta. Con el permiso de la dueña del regalo @bellaartimania y de la increíble autora del mismo, @Gameca89, es que publico esta hermosa historia en mi cuenta. Verdad que no puede quedar...