Amar para mí es una decisión, una que implicaba darse por entero, con la plena convicción y satisfacción de sentirse correspondido, esa que sólo puede darse con el pleno conocimiento de la persona que se dice querer.
Mi ideal del amor está estrechamente ligado a la visión de una relación en la que no existían las condiciones ni las luchas constantes, ni miedos, ni obstáculos, ni mentiras, ni nada de eso, sólo la entrega del uno al otro que se desprenda de la necesidad desinteresada de darse.
Habían pasado algunos meses desde que mi novio y yo habíamos regresado, y aparentemente todo a nuestro alrededor se comportaba extraordinariamente; parecía que por fin la relación iba a tener un poco de exclusividad, pues antes de cualquier capacidad nuestra y más allá de cualquier fracaso, existía un dato que no se alteraba, una roca firme e inamovible en la que apoyarnos: éramos hechos por el otro, éramos queridos, éramos fruto de un amor inquebrantable. Nuestra felicidad residía en ser amados y en darnos cuenta de ello.
Y yo sentía que había llegado el tiempo de avanzar y no mirar hacia atrás. No podía permitir que la duda que aun estuviera adherida a mí, me nublara la mente. Necesitaba confiar, y amar con libertad, sin limitaciones, y con la total convicción de que nuestro amor era capaz de transformarse y resurgir, incluso desde las cenizas.
Y llegaron esos extraordinarios momentos que se pueden experimentar en primera persona; del amor compartíamos con todo el corazón, la auténtica autonomía de nuestras almas; ambos habíamos alcanzado el nivel adecuado en el que podíamos valernos por nosotros mismos sin necesidad de muletas y podíamos ofrecernos libres y sin condiciones.
Y así, el amor resplandeció en la totalidad de la palabra. Esos fueron días de amor ciego, de vino y rosas, de mariposas que revoloteaban en el estómago. Vivíamos nuestro idilio con toda la pasión de nuestros sentidos; sin detenimiento, sin impedimento alguno, al margen de la influencia de los niveles de exaltación y al hilo de las sensaciones indóciles ajenas a nuestra capacidad de autocontrol, que lentamente iban seduciéndonos e induciéndonos en un mundo desconocido.
Acciones tan simples como tomarnos de la mano, sonreír tímidamente, hacer contacto visual alargado, la cercanía, el contacto físico, los besos, los abrazos y ciertos comportamientos verbales y no verbales, reflejaban en nosotros sensaciones de atracción, que posteriormente fueron transformándose en una forma de erotismo.
Hasta ese entonces, lo inexplorado nunca había sido un terreno atractivo para mí, o por lo menos no del modo en que últimamente había estado notándolo en mi cuerpo. Pensar en mi novio y en cada uno de sus besos me ponía tensa. Deliberadamente recordaba todos los detalles después de cada contacto con gran codicia; cómo me tomaba entre sus brazos y me miraba firmemente con aquellos magníficos ojos y después me besaba. Alababa su modo de centrarse en mí como si no existiera nada más en el mundo. Añoraba cómo me hacía sentir con cada mimo.
Cuando estábamos solos o en los días que hacia frio, nos acurrucábamos frente al televisor y él pasaba un brazo detrás de mi espalda y me cubría en un abrazo. Otras veces se tendía sobre la cama y recostaba su cabeza encima de mis piernas y yo lo besaba. Me perdía en la totalidad de sus labios, y cerraba los ojos concentrándome en cada fluctuación, sintiendo en lo más escondido de mis entrañas lo desmedido de sus besos.
Una necesidad constante de besarnos y abrazarnos se había apoderado de nosotros, y cuando estábamos solos, nos entregábamos a besos y oscilaciones profundamente sensuales, y aunque sin ser cien por ciento conscientes de nuestros actos, cada contacto daba cabida al deseo carnal y a la pasión física.
Y así fue que un día sucedieron los hechos que voy a relatar a continuación, que son una transcripción fiel a los acontecimientos que tuvieron lugar por el mes de Abril, y cuyos sucesos, a puño y letra están registrados en las páginas de mi diario:
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Hola, hola mis pequeños saltamontes, ¿cómo han estado?
Yo muy bien, vengo presentándome hoy por aquí, con un relato corto que va a encender chispas. Los invito a que me apoyen, comenten y de paso se animan y me siguen.
Gracias, gracias por leerme y como siempre les envío muchos besos, abrazos y saludillos virtuales.
No te vayas, no te vayas... El siguiente capítulo es el último y está imperdible.
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LOVE ME
Short StoryEste escrito es un fragmento de un proyecto personal que escribo desde hace años. Es un relato corto y sugerente, que describe muchos de esos sentimientos y sensaciones que se experimentan cuando la química del amor se convierte en un potente cóctel...