Allí estaba...

38 8 0
                                    


Allí estaba ella... con su vestido de fiesta, mirando al profundo mar desde su balcón; en primera línea de playa.

Ella no sobrevivió.

Decidió que, por muchas riquezas que tuviera, no merecía vivir. No merecía ser feliz.



Allí estaba él, mirando la cuerda improvisada que colgaba del techo de su habitación; lista para ser usada por primera y última vez.

Él no sobrevivió.

Sabía que su vida era una causa pérdida de todos modos. Él consiguió hacerle daño a personas cercanas, a personas conocidas y a personas a las que ni siquiera podría ponerles cara. Se sentía tan desgraciado como las víctimas de su crimen.



Allí estaba ella, escuchando desde la bañera los gritos de sus padres. Sufriendo un profundo escozor en sus muchas heridas; hechas por una cuchilla ya oxidada.

Ella no sobrevivió.

Su vida se llenaba de situaciones que la sobrepasaban, nadie se daba cuenta de su dolor, nadie quiso ayudarla aún dándose cuenta de aquél dolor. Intento luchar por años... pero esa fue la gota que colmó el vaso.



Y allí estaba él, había conocido a todas aquellas personas, que decidieron que no merecían seguir con sus vidas. Era como si la desgracia le persiguiera.

Él si que sobrevivió.

Había pensado en el suicidio desde que ella lo abandonó en aquella playa. Hecha una con el suelo; desgraciada aún con toda la fortuna que él le había proporcionado.

Le hizo desgraciado su trabajo, donde su mejor amigo y jefe fue encarcelado por cometer extorsiones horribles... él mismo había participando en aquellas  sin darse cuenta.

Intentó volverse a casar, pasar página y comenzar una vida nueva. Con la esperanza de que aquella mujer le hiciera feliz de la misma manera que lo había hecho en principio su primer amor.

Pero él se sentía triste, su segunda mujer se enfadaba; sin comprender por qué el hombre se sentía así después de todos sus esfuerzos... gritándole y haciéndolo aún más infeliz.

Tan infeliz fue, que descuidó a su hija, progenitora de su primer matrimonio... que no tardó en seguir el camino de su madre y quitarse la vida también, incapaz de soportar la tristeza.

Después de vivir tantas desgracias y muertes... después de vivir tal vida de fracaso tras fracaso... consiguió luchar con todo ello.

Consiguió morir por causas naturales y vengar de cierta manera las muertes de su amada, de su mejor amigo y de su querida hija. Viviendo el final de sus días en felicidad y armonía con su segunda esposa.

Consiguiendo sobrepasar los momentos difíciles y enmendando todos sus errores poco a poco.

Claro, no fue fácil. El suicidio siempre le susurraba a la oreja... diciéndole lo sencillo que sería acabar con la agonía a cada reto que se presentaba en su camino.

Pero el siguió. Siguió luchando a pesar de todo. Viviendo las vidas de los que ya no estaban para hacerlo por ellos mismos. Soportando cualquier piedra en su camino.

Y, por fin, llegó la hora... sonó el pitido final del monitor. Indicando que ya no había nada que pudieran hacer los médicos por salvar a aquél hombre.

La mujer lloró la muerte de su amado. Lloró con lágrimas amargas, arrepentida de todos los errores y de todas las palabras dulces que nunca le podría decir ahora.

Pero la mujer sonrió a pesar de sus lágrimas. Ella sabía que su esposo había vivido sus momentos finales en abundancia y dicha, estaba segura de que pronto se le uniría y podrían vivir para siempre en aquella felicidad que tan duramente habían creado juntos.

Así acabó la historia de una vida sin pena ni gloria. Una vida humana.

OriginalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora