Mañana

156 5 0
                                    

El anaranjadoastro se torna amarillo, cerca de lo blanquecino. La estrella polar tambiénabandona el cosmos para retornar en la oscuridad. Afiladas sombras de acero seocultan tras las arenosas rocas. El silencio es como un escudo inquebrantable.De un minúsculo agujero brota un pequeño reptil. Lo siento vivir bajo misraíces todos los días. Busca aquel grillo que con tal afán cantaba hasta elamanecer. Pero el grillo ha muerto, una horrorosa chicharra ocupa su lugar, quecon su irritante canto mata a los sentidos. El amigable reptil parte enarriesgada expedición. Él no soy yo, él no hace fluir los jugos de la tierrahasta sus agudas hojas. Los arbustos muertos se agitan perezosamente ante otraráfaga de brisa. Paso a paso, en un andar insignificante y a la vez tantrascendental. Ahí va el pequeño reptil. Gira su cabeza para clavar sus orbesnegros en mí. Lo siento. Sabe que, muy probablemente, es una despedida. Sientosu dolor, pero él no. Él se va. El solsigue escalando hacia su trono en la cúspide del cielo. El calor se hace notar,como un suave susurro, por ahora. Su seca y escamada piel desaparece tras unaduna. Con un zumbido un insecto es conducido a mi cabeza, esquivando lasespinas y se posa. Un segundo. Un segundo de inconsciencia animal en el que susalas le dejan sobre mi cuerpo. La agrietada tierra, muerta por el destino. Lassombras se van acortando lentamente, muy lentamente. El insecto vuelve a alzarel vuelo. El milagro le lleva hasta el cielo de nuevo. Me deja solo. El fuegodel sol comienza a extenderse, invade la llanura, inclemente. Sus patas se handejado de posar sobre mi punzante corona. Sus alas se mueven y baten el quecomienza a ser asfixiante aire. La soledad del desierto vuelve a ser miacompañante.

EL CACTUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora