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AINNARA

Estoy sin palabras.

El dolor en mi corazón es tan grande que llego a pensar que lo mejor en estos momentos de incertidumbre es la muerte.

Estoy en una habitación desconocida, sin saber a ciencia cierta qué hora es, lo único que puedo afirmar es que el sol está apunto de ocultarse. De inmediato las lágrimas acuden a mí nuevamente. Si esta tragedia no hubiese pasado, lo más probable es que me encontrara entre los brazos de Luca, ambos sentados en su jardín, observando el ocaso. Él me susurraría al oído cuanto me ama y yo le correspondería con un beso.

Ni siquiera sé si algún día lo veré de nuevo.

Los temblores de mi cuerpo son fuertes. Mis sollozos salen despavoridos de mis labios. No hago esfuerzos por limpiar mis lágrimas porque es en vano. Nada en estos momentos puede calmarme.

Cuando desperté, con el cuerpo entumecido, una mujer de edad algo avanzada me observaba desde un rincón de la habitación. Sus ojos cálidos me estudiaron durante algunos segundos en los cuales no recordaba lo ocurrido. Sin embargo, cuando la realidad de lo ocurrido me golpeó y la confusión abandonó mi mente, todo fue un caos.

La señora salió de la habitación al verme llorar de forma alterada, y desde ese momento me encuentro sola. Sé que es cuestión de tiempo que aquel desgraciado que ha acabado con mi vida aparezca.

Acurrucada contra la cabecera, y con mi rostro entre mis piernas, lloro.

Lloro por mi madre.

Lloro por fin la muerte de mi padre y sus mentiras.

Lloro por mis sueños, porque todos ellos se fueron por la borda.

Y lloro por Luca, por no saber cómo se encuentra, por esta relación que se ha visto truncada.

Así paso bastante tiempo. Con un nudo en la garganta que puede conmigo, hasta que siento como la puerta es abierta. Mi cuerpo se pone alerta, mis poros se erizan por el miedo, mi llanto se detiene. Es él. Está aquí y no sé qué es lo que quiere de mí.

¿Por qué simplemente no me mató? Era preferible eso a esta tortura que es estar alejada de Luca y de mi madre sin saber si algún día nos volveremos a ver.

Mi cabello cae de manera que oculta mi rostro. Cuando escuchó como la puerta vuelve a ser cerrada levanto mi rostro temblando.

El corazón me golpea el pecho con fuerza, con fiereza.

Intento parecer calmada, sin miedo, pero su presencia en la habitación ha hecho que de repente me parezca demasiado pequeña. Siento como si me asfixiara. Trago grueso cuando camina hacia mí sin apartar su mirada ni un solo segundo.

Por primera vez me siento tan intimidada y odio mi estatura.

Él me observa implacable. Su mirada se torna oscura por momentos, logrando enviar aleadas de escalofríos por todo mi cuerpo.

Desvío mi mirada hacia la enorme ventana que da vista a un espléndido patio con una enorme piscina. Es tanta la intensidad que desborda que no soy capaz de sostenerle la mirada. Siento como el colchón cede ante su peso. Los poros de mi piel se erizan ante su imponente presencia.

―¿Por qué haces esto? ―es lo primero que sale de mis labios. Una risa ronca llena la silenciosa estancia.

―Nunca lo entenderías.

Cierro mis ojos, y no lo hago por miedo nuevamente; es la profundidad de su voz la que me obliga a hacerlo. Su voz es profunda, oscura y peligrosa.

Hacia el corazón de Ainnara © Where stories live. Discover now