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AINNARA

La mañana siguiente despierto sobresaltada. En mis sueños había rememorado la escena de días anteriores, pero, en lugar de ser mi padre quien estaba sobre la alfombra con sus ojos abiertos pero sin vida, era Luca quien ocupaba su lugar mientras yo gritaba su nombre. Al recordar esa pesadilla las ganas de llorar nuevamente llegan al igual que el desespero y la zozobra pero intento serenarme.

Miro la habitación sin saber qué hacer. Toda esta situación es tan confusa y desesperante que mi pecho se oprime, el aire parece faltarme, es como si me estuviese ahogando en el fondo del mar.

Paso la mano por mi rostro. Debo parecer una loca con mi cabello enmarañado y con la misma ropa del día que llegué aquí. Ni siquiera soy capaz de recordar en qué momento me dormí ayer. Solo recuerdo el momento en el que aquel hombre salió de la habitación y yo me quedé llorando nuevamente sobre la cama.

Mi estómago gruñe con fuerza. Solo hasta este momento me doy cuenta de que en realidad llevo prácticamente dos días sin comer.

La puerta es abierta y de inmediato me tenso al pensar que puede ser él quien nuevamente haya venido. No me había percatado de que estaba conteniendo la respiración hasta que veo que es la misma señora del día anterior la que entra sosteniendo una pequeña bandeja con algo de comida.

Mi estómago gruñe nuevamente ante el delicioso olor.

―Buenos días, cariño ―dice con una enorme sonrisa plasmada en su rostro algo arrugado por la edad.

No puedo evitar mi gesto desconcertado. ¿Buenos días? ¿Puede ella siquiera pensar que despertar aquí para mi es tener un buen día? Que equivocada está. Esto no es más que una maldita tortura para mí.

―No sé qué tienen de buenos ―respondo, desviando la vista al enorme ventanal por el cual entra una gran cantidad de luz.

De reojo veo como deja la bandeja sobre la cama y camina hacia el enorme closet y parece sacar algo de él.

―Debes desayunar. Son las diez de la mañana, pero Alonso no está aquí por lo que hoy no tendrás ningún problema. Come algo y te cambias para que bajes y así te indico lo que debes hacer.

―Lo único que debo hacer es largarme de aquí ―increpo, mirándola fijamente. Al ver mi rostro con fijeza su sonrisa desaparece.

Sí. Definitivamente doy asco.

―Por favor, come algo. Llevas casi dos días aquí y no has ingerido ninguna comida. Puedes enfermar. ―La preocupación tiñe su voz mientras se sienta a unos centímetros de mí en la cama.

Aparto nuevamente mi mirada para que no note como mis ojos vuelven a llenarse de lágrimas. Creí que de tanto llorar era imposible tener más lágrimas, pero me acabo de dar cuenta que no es así.

―Yo no quiero estar aquí. ―Mi voz se quiebra. La miro nuevamente sin importarme más nada. Tal vez ella se apiade de mí y me ayude a salir de aquí―. Por favor, ayúdeme a salir de aquí. Mi padre está muerto, no sé qué ha pasado con mi madre..., y Luca... él debe estar preocupado por mí.

Su mirada se torna triste. El gesto alegre con el que había aparecido termina de borrase de su rostro. Ladea su rostro y me observa con pena.

―Lo siento, cariño; yo no puedo hacer eso.

―¡¿Por qué?! No es difícil. Seguramente usted es alguien de confianza para él. Ayúdeme..., se lo suplico.

A estas alturas ya mis lágrimas caen libremente por mis mejillas. Me siento desesperada, no sé qué hacer. Quiero salir corriendo, huir, pero cierto temor me invade al recordar lo que él podría hacerme.

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⏰ Last updated: Feb 29, 2020 ⏰

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Hacia el corazón de Ainnara © Where stories live. Discover now