Numero 2. Jugamos <<a nunca lo he hecho>>

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LA MUDANZA
-¿Esto es todo? - pregunto mi padre despues de depositar con un ruido sordo la ultima caja de carton sobre las otras dos que ya se encontraban en mi suelo nuevo.

El techo era bajo y las paredes, de un blanco brillante (casi fluorescente). La habitacion olia ligeramente a yogur caducado y la ventana miraba al contenedor de basura para reciclaje. Pero era mia. Toda mia. Tenia el estomago encogido desde que habiamos llegado, a primera hora de la mañana.

Mi padre se inclino hacia delante y junto las manos frente a si para estirar la espalda.

-¿Seguro que no necesitas que te ayude a desembalar? Tengo tiempo, cariño. Estare encantado.

-No, para nada; Vi y Marissa estan aqui para ayudarme. Tu ve a encargarte de tus propias cajas- trague saliva -. Me refiero a que los de la mudanza tendran preguntas que hacerte- tomaban el avion aquella noche.

Vi me hizo una discreta seña de pulgares hacia arriba desde mi nuevo futon, donde se habia instalado con las piernas cruzadas. Llevaba vaqueros pitillo negros y un top verde de hombros descubiertos. Le lance una leve sonrisa pero, sin poder evitarlo, note una punzada de soledad.

-Si, ya lo se... - me acerco hacia si y me abrazo.

Desprendia un calido olor a almizcle, como de costumbre-. Ay, princesa, voy a echarte de menos.

<<En ese caso, no te mudes a Cleveland>>, senti ganas de decir. Pero me calle. Porque, en efecto, añoraria a mi padre; pero era el quien habia decidido marcharse. Abandonarme. Ademas, yo estaba a punto de embarcarme en el sueño de cualquier chica de dieciseis años. Casa en la playa. Sin padres. Fiestas cuando quisiéramos. Chicos cuando quisiéramos.

-Yo tambien te echare de menos- respondi.

-Es una lastima que no haya podido hablar con Suzanne- comento mi padre mientras fruncia la frente.

Dirigio la vista a las escaleras del sotano, como si confiara en que la madre de Vi aparaceria de repente; mientras tanto, Vi, Marissa y yo nos quedamos mirando al suelo. Un suelo de lo mas interesante. Un sueli cubierto de moqueta beis, vieja y desgastada-. Tenia la esperanza de repasar con ella la organizacion, una vez mas- añadio mi padre-. En persona.

-Ya lo se- tercio Vi -. Se siente fatal por no haber podido verte. Pero, como te explique, mi tia abuela se cayo y se rompio la cadera, y mi madre tiene que cuidarla.

-Es una buena sobrina - observo mi padre.

-Muy buena, si - coincidio Vi al tiempo que asentía-. Me pidio unas cinco mil veces que te dijiera lo mucho que lo siente.

-Dile por favor que también siento mucho no haberla visto - repuso mi padre. Empezo a subir las escaleras y las tres le seguimos. Para cuando llgue a lo alto, la cabeza me daba vueltas, acaso por haber subido los escalones demasiado deprisa, aunque mas probablemente se debiera a que estaba experimentando un ataque inesperado de panico. Uno de verdad, con los pulmones comprimidos, manchas delante de los ojos y todo lo demas.

¿Y si mi padre averiguaba nuestras verdaderas intenciones....?

Me agarre a la barandilla para estabilizarme. Tranquila, me dije. Respira. La unica manera de que se entere es que tu se lo permitas.

- El correo electronico le encanta - comento Vi-. ¿Quieres que le diga que te escriba en cuanto vuelva a casa?

-Si, claro- respondió mi padre-. Bueno, ¿ya esta?

Los ojos se me cuajaron de lágrimas, lo que me pillo desprevenida. Me obligue a sonreir.

-Ya esta. Eh... Papa, te lo agradezco mucho. Que confies en mi y todo eso.

-No te olvides de la hora de llegada a casa. Y acuerdate de poner el coche en marcha a diario; de lo contrario, puede que el motor no arranque. Sobre todo en invierno. He guardado una linterna en la guantera, por si acaso. Y tienes el movil.
Se mostraba tan encantador que me estaba matando.

-Si, papa.
Me abrazo otra vez antes de marcharse.

-Se buena, princesa. Y cuidate.

Asenti, por que me costaba articular palabra. <<Te sentiras mejor una vez que se haya ido>>, trate de decirme a mi misma. Pero aquel momento- el se marchaba, yo me quedaba, la verdad de lo que estaba haciendo se interponia entre nosotros como un elefante purpura invisible- me estaba resultando mas dificil de lo que habia esperado. Si mi padre se llegase a enterar que habia maquinado un engaño de semejantes proporciones, se pondria como una fiera. Pero aun, le doleria en el alma.

Le habia visto llorar una sola vez, y en eso me descubri pensando cuando le di un ultimo beso, le despedi con la mano mientras se montaba en el coche y por fin cerre la puerta de casa de Vi a medida que se alejaba conduciendo. Con la mente, vi los ojos de mi padre humedeciendose aquella unica vez, las lagrimas le resbalaban por las mejillas como gotas de lluvia.

Marissa y Vi no se percataron de nada de esto, afortunadamente. En el mismo instante que la puerta se cerro, se lanzaron a ejecutar su particular version de una danza alegre. La de Marissa consistia en rapidas vueltas que abombaban su vestido de algodon azul, mientras que la de Vi recordaba a la natacion a crol. Recupere el animo. Estaría perfectamente, y mi padre también. Seria feliz en Cleveland. No descubriria la verdad. Yo no le permitiria que descubriera la verdad. Era capaz de vivir sola.

-Chicas, que suerte teneis- dijo Marissa.

Vi ya estaba bajando otra vez las escaleras.

-Hora de desempaquetar, y eso significa <<ya>>, colega.

-Mmm, ¿por que?

-Tu fiesta de bienvenida, esta noche- anuncio elevando la voz-. ¡Empieza a las 19.00!

DIEZ COSAS QUE HICIMOS (y que probablemente no deberiamos haber hecho) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora